
Grace Kelly, una princesa de cine
Fue actriz estadounidense y princesa de Mónaco (1929-1982).Es famosa por su elegancia y glamour (Hitchcock lo sabía bien: con una dama como ella las escenas de amor se volvían excitantes, decía).
Fue actriz estadounidense y princesa de Mónaco (1929-1982). Es famosa por su elegancia y glamour (Hitchcock lo sabía bien: con una dama como ella las escenas de amor se volvían excitantes, decía). Lo suyo es como lo de la gallina y el huevo. No sabemos quién fue antes: si ella o las princesas de cuento de Disney.
El caso es que la ves y te dices: ficción (o acción, si pensamos en su carrea cinematográfica). Porque no se puede ser tan hermosa, tan perfecta, tan de porcelana (“demasiado perfecta, talentosa y sofisticada”, dijo de ella James Stewart, su compañero en La ventana indiscreta). Y no lo fue. Su brillante imagen pública escondía, parece ser, una existencia atormentada, siempre amenazada por la constante sombra del escándalo (que sabemos que es muy, muy larga cuando se es alguien público y se suelen sacar los pies del plato).
Su vida
Gracebird (pajarito Grace), como la llamaban, nació en Filadelfia en 1929, en el seno de una acomodada y ‘atlética’ familia de origen irlandés (su padre fabricaba ladrillos). Era la tercera de cuatro hermanos, y de todos ellos la menos apreciada -según se dice- por el progenitor, un medallista olímpico que disfrutaba viendo las proezas deportivas de todos sus hijos, a excepción de la enfermiza y blancucha Grace.
“Nosotros somos una familia muy atlética, muy buenos deportistas, y esa niña escasamente puede caminar”, se quejó una vez a un amigo.
Y cuando la actriz ganó el Oscar por 'La angustia de vivir' en 1954 soltó: “Yo siempre creí que el éxito lo tendría Peggy (hermana mayor de Grace). ¿Como pueden explicarse estas cosas?”. A este padre alguien le debería haber dicho una sola palabra: destino.
Desde pequeña le encantaba el teatro. Su tío George Kelly, dramaturgo, fue su aliado para vencer la resistencia de la familia a que fuese actriz, y presionó para que la admitieran en la Academia Americana de Arte Dramático. Así que con 18 años se trasladó a Nueva York para iniciar sus estudios y, mientras intentaba mejorar un tono de voz muy agudo y nasal, comenzó a trabajar como modelo.
Eran finales de los cuarenta, y Grace solía aparecer desnuda bailando por los corredores de la estricta residencia para señoritas en la que sus padres la habían alojado. Imaginaos esa chica virginal y victoriana de día y volcánica de noche.
Así la recordaba Don Richardson, su instructor en la Academia, y uno de sus grandes amores (separado, 27 años mayor que ella y, por supuesto, rechazado por su familia). “Parecía una monja, pero bailaba desnuda para mí a ritmos hawaianos. Si uno ve eso y no piensa que es increíble, está loco”, decía. Una vez que se sacó el título, debutó en el teatro, precisamente, con una obra de su tío. Luego, llegó Brodway y después el cine. Y comenzó fuerte. Con Gary Cooper.
Ya reconocida, en 1955 asistió al Festival de Cannes. El editor de la revista Paris-Match concertó una entrevista entre ella y el príncipe Rainiero, por entonces el soltero más codiciado del mundo.
Se dice que Onassis, asesor del Principado y dueño de medio, estaba detrás, moviendo hilos para convertir Mónaco en el paraíso turístico que es hoy. Grace era el reclamo perfecto. Cuadraron cuentas y proyectos. Le hicieron análisis para ver si podría dar un heredero. Era perfecta.
En 1956 se celebró su matrimonio, lo que supuso que dejase su carrera de actiz para convertirse en princesa.