Ivana Trump, la divorciada triunfadora
Fue una atleta checa obsesionada por salir del telón de acero. Es famosa por la riqueza con la que salió de su mediático divorcio con Donald Trump.
Fue una atleta checa obsesionada por salir del telón de acero. Es famosa por su mediático divorcio de Donald Trump: se llevó 25 millones de dólares, 5.350.000 de pensión anual, mansiones...
Cuántas mujeres han logrado, tras una carrera como deportistas de élite, ser lo suficientemente deseables como para atraer a un multimillonario y casarse con él? ¿Cuántas se han visto, a los cuarenta años, divorciadas, famosas, dueñas de una fortuna y con suficientes ánimos como para comenzar una vida nueva? ¿Cuántas han contado con su hija veinteañera como madrina en su tercera boda, con un muchacho de edad más acorde a la de la hija que a la de la madre? Sin duda, algunas habrán roto esos límites.
Pero la única que los ha saltado todos ha sido la checa Ivana Trump, rubia de moño imposible, de sonrisa perenne. Una extraña fuerza de la naturaleza, no del todo simpática, no del todo amable. Ivana Trump ha logrado mil cosas en su vida. De hecho, si se siguen los datos de su biografía, ha conseguido todo lo que ha deseado; y sin embargo, ha servido como símbolo de primera esposa sacrificada, inteligente, capaz, ambiciosa, jubilada por una versión más joven y menos retadora. Ivana le cantó las cuarenta en público a su sustituta (una joven actriz, de paso fugaz por la vida de Donald Trump) y cumplió con ello el sueño oculto de millones de mujeres que adoran que las damas se comporten como luchadoras en el barro, y las millonarias, como adolescentes arrabaleras.
Imposible imaginarla discreta y correcta, sin oro o sin estampados animales. Esas piernas largas y esa expresión demasiado avisada como para resultar dulce no podrían soportar flores, rayas o lunares. Como una versión real y mundana de Alexis Colby, Ivana Trump se casó, se divorció, volvió a casarse (tres veces, como en los cuentos de hadas), se reconcilió (al menos en apariencia) con el primer marido y demostró que, si Trump no necesitaba a Ivana, Ivana era mucho más que Trump.
El resto ya es historia, la historia de quien ha probado las mieles de las cámaras, el dinero y la fama y no sabe despegarse de ellas: programas de televisión, libros de autoayuda, cameos, líneas de moda de gusto cuestionable... Congelada en un presente eterno, Ivana, aquella chica educada en la pobreza del telón de acero, actuó como todas las nuevas ricas que en el mundo han sido: libre de inhibiciones, es más de lo que soñó, más de lo que imaginó. Posiblemente, más de lo que quiso.