Trucos para utilizar bien el iluminador

Es importante elegir un iluminador del mismo tono que nuestra piel, ya que de lo contrario, se notará mucho y el resultado no será natural ni favorecedor.
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Es cierto que el iluminador no es como el maquillaje, que si abusamos conseguimos un efecto bronceado exagerado nada estético, pero tampoco debemos pasarnos de cantidad, ya que lo que buscamos es simplemente reflejar la luz en ciertos puntos de nuestro rostro para realzar rasgos de manera natural.
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El iluminador debe aplicarse en zonas concretas: en el centro de la frente, en el arco de la ceja, en el exterior de los ojos y en la zona del lagrimal, sobre la parte alta de los pómulos, en la nariz y en la barbilla. Cuidado con el iluminador alrededor de los ojos: podemos colocar un poquito en el lagrimal y en la zona de la ojera, pero difuminando mucho con el dedo hasta que quede totalmente fundido con la piel. Si nos pasamos con el iluminador en la zona de las ojeras, se crea un efecto “ojos de oso panda” que no sienta nada bien…
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No hay que aplicar nunca iluminador sobre imperfecciones o arrugas de expresión. Debemos tener en cuenta que la función del iluminador es reflejar la luz sobre ciertas zonas y realzarlas, por lo que si lo aplicamos sobre ellas conseguiremos que se noten más.
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Se puede utilizar antes o después de la base de maquillaje, no influye. Podemos aplicar polvos matificadores encima sobre la frente, la nariz y el mentón.
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Existe iluminador en lápiz, líquido o en polvo. Podemos elegir el que más nos guste, pero debemos tener en cuenta que si elegimos el formato en polvo, más apropiado para pieles grasas, es mejor utilizarlo como broche final del maquillaje y solo sobre los puntos clave. En formato lápiz son más apropiados para iluminar con precisión la zona de los ojos y los iluminadores líquidos engrasan más la piel.
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