Revista Mía

Cómo aceptar la vejez de nuestros padres

La madurez y la vejez de las personas que nos rodean pueden suponer cambios emcionales bruscos, por eso debes saber como gestionarlos.

La madurez o vejez, tradicionalmente se considera el tiempo en el que la persona alcanza una edad avanzada, se considera que tiene su inicio a los 65 años, pero esto no tiene por qué ser así.

Las dificultades a nivel motor y cognitivo, el deterioro físico y los cambios progresivos, a pesar de que el envejecimiento es algo normal y natural, son difíciles de aceptar tanto por parte de la propia persona como de los hijos. En muchas ocasiones a los hijos les cuesta aceptar el cambio de rol de pasar de hijo a "padre", a cuidador de su progenitor, provocando un cambio de visión de la vida.

Cómo se vive la experiencia de ver envejecer a los padres

A veces los hijos se sienten confundidos con la nueva situación. Aunque es un proceso lento y prolongado en el tiempo muchas veces no se percibe, hasta que de repente llega el día en el que se desborda un desorden emocional, que desestructura, haciendo difícil gestionar todas esas emociones, en muchos casos enfrentadas.

También aparece una fase de oposición o de respuestas negativas que se originan ante la nueva situación, pudiendo llegar a provocar sentimientos dispares como irritabilidad, culpa, rabia, llanto, miedo, etc. Quizá esta sea la fase más importante, en la que los hijos deben aceptar una nueva disposición emocional.

Es un proceso natural y normal, que nos derivará en una aceptación de la situación, lo que provocará emociones contrarias a las anteriores, como: la ternura, el cariño, la tolerancia, comprensión y sobre todo amor por nuestros progenitores.

Esta es una coyuntura que desemboca en inconvenientes, obstáculos e impedimentos, que pueden dificultar la organización y el acompañamiento a nuestros progenitores.

• Aceptar el paso del tiempo con normalidad, pensando que es algo inevitable.

• Distribuir de forma correcta el tiempo de convivencia, compartiendo momentos.

• Comentar etapas pasadas de nuestra infancia, puede ser bueno hablarlas para descubrir nuevas cosas y aclaras otras muchas que pueden haber generado dolor.

• Mantener conversaciones y compartir espacios, hijos, nietos, etc.

• Mostrar nuestras emociones, ternura, amor, comprensión y tolerancia.

Comprender los deseos de los progenitores y respetar su espacio es muy importante. El cuidado y el acompañamiento de la persona mayor en su ambiente será más positivo, ya que el proceso de adaptación a un nuevo espacio se hace complejo y difícil.

Son muchos los casos en los que a los hijos se les hace difícil aceptar, aprobar y dar por bueno que nuestros padres evolucionan, cambian y envejecen. Esa imagen inicial que teníamos de ellos se proyecta en nuestro presente como algo diferente y distinto, que nos condiciona.

No olvidemos cuidar a nuestros mayores, retornando los cuidados recibidos por ellos hacia nosotros, admitiendo y reconociendo sus limitaciones propias de la edad.

Por Vicente Alcántara Aceituno, psicólogo.

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