¿Son realmente efectivas las Flores de Bach?

El uso de terapias y medicamentos alternativos sigue experimentando un auge a medida que pasan los años. Lo que en un principio conocimos, de lejos y con escepticismo, como una forma de remediar de forma natural los males que muy a menudo nos aquejan, vive hoy un momento de esplendor generando todo tipo de dudas, tanto en los que deciden servirse de sus beneficios como los que se confiesan escépticos.

Es el caso de la terapia de las  Flores de Bach. Una disciplina que parte de la base de que los problemas emocionales influyen directamente (y en ocasiones son el origen) de muchas enfermedades físicas y mentales. Según Edward Bach, doctor inglés que investigó las propiedades de 38 flores que encontró en la campiña inglesa, éstas estaban dotadas de unas propiedades únicas con las que se podían tratar determinados problemas emocionales.

Tras Bach, una corriente dedicada al estudio de esta terapia ha descrito, con todo lujo de detalles, las propiedades y efectividad de un método que cada vez tiene más adeptos. Pero, ¿en qué consiste en realidad la terapia de las Flores de Bach?

La terapia de las Flores de Bach se basa en un método de tratamiento que armoniza los desequilibrios emocionales que dan lugar o agravan determinadas enfermedades físicas o psicológicas. Por medio de las flores, se disminuye la intensidad de sentimientos como el odio que bloquean mejoras en el organismo y promueven sensaciones internas como la tolerancia que consiguen el efecto contrario.

Sin embargo, hay que dejar claro que los terapeutas florales no tratan las dolencias físicas sino que trabajan con el ánimo que conecta el remedio del problema físico con su estado psicológico. Entonces, ¿hasta qué punto es un mito o realidad la eficacia de este tipo de tratamiento? Aunque en el año 1976 la OMS recomendó a sus estados miembros la aplicación alternativa de las Flores de Bach entre otras, lo cierto es que en España no se reconoce a las flores como una práctica médica. No obstante, sí se ha reconocido que su utilización aporta una mejora y bienestar a los pacientes, pero nunca como proceso terapéutico. Eso sí, un buen motivo para probar su efectividad en nuestro organismo es su carácter inocuo y su gran efectividad en procesos anímicos o emocionales.