Revista Mía

Asertividad. Todo lo que hay que saber de la virtud tendencia

Romper con la dificultad de expresar nuestros pensamientos y deseos se ha convertido en una pieza clave de las relaciones sociales y laborales.

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El término ‘ asertividad’ se ha convertido en uno de los más repetidos dentro de nuestro entorno laboral y personal pero no todos conocemos exactamente su verdadero significado. La considerada ‘virtud-tendencia’ del siglo XXI ha conseguido ponerse en el número uno, entre las más valoradas socialmente, pero, ¿por qué?, ¿qué es ser asertivo?
Ser asertivo consiste en la capacidad de transmitir nuestros pensamientos y deseos considerando el momento adecuado para ello, sin mostrar ansiedad y tratando de que no afecte a los derechos de los demás. Una tarea que parece harto difícil cuando entran en juego diferentes sensibilidades y formas de entender la vida.
La virtud de ser asertivo suele ser muy útil, sobre todo, en situaciones de conflicto. Cuando diferentes puntos de vista se contraponen en un espacio o momento, la forma de enfrentarlo (o reaccionar ante ello) por parte de los implicados es muy importante. Existen de hecho varios tipos de reacciones. Existe la posición pasiva que evita el conflicto, la actitud agresiva que suele venir por parte de personalidades autoritarias que generan rechazo y, por último, encontraríamos la reacción asertiva. En este caso, se trata de personas muy seguras de sí mismas que no se dejan llevar fácilmente, pero tienen en cuenta el resto de puntos de vista. Una persona asertiva expresará su parecer de las cosas, pero no temen decir no cuando sea necesario.
No se trata por tanto de un rasgo de personalidad sino de una cualidad que se aprende con los años, pero, ¿cómo se consigue ser asertivo?  Existen pautas que nos sitúan en el camino de la asertividad y que, aunque en un principio, puede resultar tediosas, aplicarlas en nuestro día a día, nos ayudarán a discernir la virtud y por tanto a conseguir nuestro objetivo.
Es importante, como se apunta en Projet Coaching que un primer momento identifiquemos nuestro perfil (pasivo, asertivo, conflictivo). Una vez sepamos cuál es nuestro rasgo es momento de valorar nuestras cualidades (no siempre es necesario disculparse). Tras hacer un estudio de nosotros mismos, es importante reconocer cuándo estamos delante de una situación problemática (valorando, tanto a los protagonistas del momento como los pensamientos que florecen). Ver desde fuera la situación, nos ayudará a entenderla de otra manera. Se trata de salirse de la escena elaborando un esquema de lo que queremos conseguir.
Tras el análisis externo llega la acción. Para ello es importante que cada vez que queramos exponer nuestra idea, lo hagamos con firmeza y tranquilidad al mismo tiempo.  Dentro de este punto es crucial saber admitir nuestros errores y equivocaciones, pero sobre, todo saber identificar la manipulación por parte del resto.
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