Revista Mía

Principales mitos sobre la carne de pollo

La carne de pollo es una de las carnes nutricionalmente más valoradas por su bajo contenido en grasas y la presencia elevada de proteínas, siendo considerada como una carne blanca. Pero, ¿cuáles son algunos de los mitos más comunes que siguen rodeándola?

La carne de pollo es considerada como una de las carnes más consumidas en nuestro país, como ocurre en otros países de la Unión Europea, como por ejemplo es el caso de Francia, lugares donde muchos aprecian tanto su ternura como su sabor, además de sus múltiples beneficios para la salud.

Por ejemplo, es una buena fuente de proteínas, las cuales ejercen muchas funciones en el cuerpo, al contribuir a la renovación del tejido muscular, los huesos y la piel, estimulan la formación de enzimas digestivas y hormonas, y proporcionan energía. Además, contiene los nueve aminoácidos esenciales.

También es rico en vitaminas del grupo B, esenciales para el sistema nervioso, las cuales contribuyen al buen funcionamiento general del organismo. Además, ayuda a mantener una piel lo más saludable posible, a la vez que es bueno para el corazón porque disminuye y controla el nivel de homocisteína en sangre (un aminoácido cuyo nivel elevado puede aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular y formación de coágulos sanguíneos).

Contiene menos grasa que la carne de cerdo, motivo por el cual tiende a convertirse en la carne magra de elección. De hecho, contiene pocos lípidos, excepto su piel, que puede ser retirada con la finalidad de reducir su aporte graso.

Por otro lado, proporciona un interesante efecto saciante, por lo que puede convertirse en una opción nutritiva muy útil para frenar los antojos, así como para dietas de adelgazamiento.

Pero se trata de una carne tan popular y consumida que, como ocurre con muchos otros alimentos, suele estar rodeada de infinidad de mitos, algunos de los cuales tienden a repetirse constantemente. ¿Cuáles son?

Es necesario quitar la piel antes de cocinar el pollo

Durante muchos años se ha escuchado que retirar la piel del pollo era esencial para disfrutar de un plato mucho más saludable. En este sentido, muchos nutricionistas y cardiólogos alentaron a adoptar una dieta “baja en grasas”, donde la piel del pollo no tenía cabida.

Sin embargo, ¿sabías que la piel de pollo contiene la grasa insaturada más saludable, la cual puede ayudar a mejorar los niveles de colesterol y, con ello, reducir el riesgo de enfermedades cardíacas?

Foto: Istock

Mitos sobre la carne de polloFoto: Istock

En la cocina también proporciona interesantes beneficios. Y es que retirar la piel antes de tiempo puede hacer que, al final, la carne se reseque. Al contrario, mantenerla no solo da como resultado un plato mucho más húmedo y sabroso, sino que ayuda a que los cocineros utilicen menos sal durante el proceso de preparación.

Además, cuando dejamos la piel, también es posible evitar la necesidad de usar algunos recubrimientos menos saludables, como el empanado o el rebozado.

Se trata posiblemente de uno de los mitos más extendidos. Pero puede acabar convirtiéndose en un serio riesgo para la salud, lo que significa que no es en absoluto aconsejable lavar aves de corral crudas ni ninguna otra carne.

¿El motivo? Las bacterias presentes en la carne cruda, y sus jugos, pueden terminar extendiéndose fácilmente a otros alimentos, utensilios de cocina, tablas de cortar y superficies de la cocina.

Aunque se trataba de una práctica común cuando los cocineros caseros sacrificaban sus propios pollos, hoy en día la carne es limpiada cuando se procesa, no siendo necesario limpiarla o desinfectarla en casa bajo el agua del grifo.

Si sueles cocinar pollo habitualmente es muy probable que ya sepas que se trata de un tipo de carne que requiere de una cocción completa para evitar infecciones bacterianas. Por seguridad, todas las aves de corral deben ser cocinadas a una temperatura interna de 71-73 ºC.

A pesar de ello, muchas personas creen en el método tradicional de verificar el dolor para determinar si la pieza de pollo se ha cocido completamente; y, por tanto, está lista. Pero es un error: verificar si la carne de pollo todavía se encuentra rosada no nos indicará si está listo para comer.

Por lo que, en realidad, la única forma confiable de saber si un determinado trozo de pollo está completamente cocinado es usar un termómetro de cocina para carne. Se aconseja verificar que la temperatura, en el interior de la carne, alcance al menos los 71-73 ºC. Esto ayudará, además, a evitar que se cocine demasiado como para secarse.

Los pollos orgánicos se alimentan de alimentos orgánicos, los cuales, además, han sido cultivados según los estándares que prohíben el uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos, además de no contener organismos modificados genéticamente.

Por todo ello se suele decir que el pollo orgánico es más nutritivo. Y, cuando lo compramos, nos da una buena sensación en este sentido. Pero no es más saludable que el pollo criado de forma convencional.

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