¿Las calorías ingeridas son las únicas culpables de mi aumento de peso?
¿Es cierto que las calorías que consumimos cada día es lo único que influye en nuestro incremento de peso? ¿Qué debemos saber realmente sobre ello?

Muchos tenemos miedo a engordar y pensamos que la única culpable es la comida. De ahí que tengamos tantas creencias limitantes y nos volvamos locos a la hora de comer y vivamos con miedo constante a hacer algo mal que nos haga engordar. La realidad es, que en el aumento de peso influyen numerosos factores de los cuales muchos no somos conscientes, y queremos explicaros cuáles son.

¿Es cierto que las calorías que consumimos son las únicas responsables del aumento de peso?
Pero antes de empezar, hablemos del balance energético. A algunos os sonará este concepto tan extendido del balance energético, que hace referencia a la relación entre el consumo de energía (calorías) y el gasto energético de nuestro cuerpo. Hay tres tipos de balances:
- Positivo: cuando las calorías ingeridas son mayores que las calorías gastadas, aumentamos de peso
- Negativo: cuando las calorías ingeridas son menores que las calorías gastadas, disminuimos de peso
- Neutro: cuando las calorías ingeridas son igual que las calorías gastadas, mantenemos el peso
¿Qué problema hay con el balance energético? Pues que es demasiado reduccionista. Centrarse solo en las calorías ingeridas como culpable de aumentar o subir de peso, es simplificar demasiado el círculo. Además, se sabe que el 95% de las personas que han seguido dietas restrictivas, han sufrido el efecto rebote porque han recuperado el peso perdido, o más, en un máximo de 5 años. Por lo tanto, hay algo que se nos escapa si únicamente nos centramos en las calorías
Veamos algunos de los factores que más influyen en nuestro peso:
La calidad del descanso
Dormir poco o mal se asocia tanto a una mayor probabilidad de ganar peso como a que cueste más perderlo. Esto ocurre porque cuando dormimos, se secretan unas hormonas principales en la regulación del apetito: la grelina y la leptina.
La grelina, por un lado, despierta la sensación de apetito y la leptina, por otro, inhibe las ganas de comer. En condiciones normales, estas hormonas funcionan correctamente; pero cuando hay una mala higiene del sueño, se altera la regulación y aumenta la concentración de grelina en el organismo. Y eso se traduce en tener más apetito.
Se ha visto, por ejemplo, que las personas que trabajan a turnos y de noche, tienen alteradas las sensaciones de hambre y saciedad y suelen hacer peores elecciones alimentarias, escogiendo aquellos productos más calóricos y de peor calidad.
Gestión del estrés
Siempre se ha dicho que el estrés engorda, y esto puede ser debido a la hormona cortisol. Aunque el estrés por sí mismo no engorda, sí existe una asociación entre los niveles de la hormona del estrés y la ganancia de peso.
Esto es porque cuando estamos ante una situación que nos genera estrés, nuestro organismo se pone en modo alerta y aumenta la concentración del cortisol. Esto conlleva a que haya un aumento de azúcar en sangre, lo que se suele traducir en un incremento del apetito.

Miramos las calorías como las únicas culpables del aumento de peso. Pero otros factores también influyen.
Por eso, las personas que atraviesan una época estresante mantenida en el tiempo, suelen ingerir mayores cantidades, preferir alimentos más palatables (ricos para el paladar como los alimentos ricos en azúcar, grasa y sal) y tener más riesgo de comer de manera emocional.
Porcentaje de masa muscular y adiposa
Nuestro cuerpo está constituido por múltiples componentes que se comportan de manera diferente a nivel metabólico. El agua constituye alrededor del 50-65% del peso del cuerpo, y el restante, fundamentalmente se divide en: tejido adiposo o graso y tejido magro o muscular.
El tejido muscular es metabólicamente muy activo, sin embargo, el tejido graso es prácticamente inactivo. Por tanto, hay que tener en cuenta el porcentaje de cada uno de los tejidos, ya que las personas con sobrepeso u obesidad, al tener más masa adiposa, suelen tener un gasto energético basal menor, dificultando así la pérdida de peso.
Ambiente
En muchos sitios existe un ambiente obesogénico, que hace referencia al conjunto de factores externos que nos rodean y que pueden conducir a la ganancia de peso.
Las emociones, la tecnología, las relaciones con los demás, la cultura, la publicidad, la oferta de comida rápida y demás factores del entorno, pueden cambiar nuestro ambiente en obesogénico y por tanto, dificultar la pérdida de peso.
Todos estos factores, y muchos más, no son independientes y están relacionados entre sí. No podemos olvidar que cada persona es un mundo y que no podemos pretender conseguir un “peso ideal” o modificar nuestro cuerpo a base de perder nuestra salud y en centrarnos únicamente en las calorías que ingerimos.