Revista Mía

¿Qué Clase de Amor es el Tuyo?

Una de las teorías más conocidas sobre el amor es la del psicólogo estadounidense Robert Sternberg: “Sostiene que el amor ideal es aquel que combina la pasión, la intimidad y el compromiso, pero el grado...

Una de las teorías más conocidas sobre el amor es la del psicólogo estadounidense Robert Sternberg: “Sostiene que el amor ideal es aquel que combina la pasión, la intimidad y el compromiso, pero el grado perfecto de unos y otros dependerá de las necesidades de la pareja”. Cita que recoge la psicóloga Carmen Loureiro en el libro Maldito amor (Oniro, 13,95 €) que ha coescrito con Marta Rivera de la Cruz.

Sternberg identifica siete tipos de amor: cariño, encaprichamiento, amor vacío, romántico, de compañía, caprichoso y consumado), que nosotros hemos resumido en cinco (los que realmente afectan a una pareja). Esta tipología intenta identificar los diferentes vínculos emocionales que pueden darse entre dos personas. Por eso, no puede entenderse de forma cerrada. Nada está determinado. En una pareja, cada uno ama de forma diferente. Y se trata de que elijan juntos la relación que desean.

¿Cómo podemos cuidar nuestra relación, equilibrar la pasión, la intimidad y el compromiso? “No existen fórmulas magistrales”, aclara la psicóloga. “No obstante, sabemos que la pasión -la dimensión erótica, la atracción física y el deseo sexual- es un componente muy importante en la primera fase de la relación (es la base motivacional que impulsa la unión)”. Pero sin la intimidad (mostrarnos como somos y expresar qué sentimos), el amor no puede evolucionar ni mantenerse. “Y ésta requiere confianza, comprensión y aceptación”. Es ahí donde más hay que trabajar, porque el compromiso “sólo es un símbolo de la seguridad que ambos sienten: tenerse el uno al otro para apoyarse y compartir la vida”. Y eso significa escucharse cada día, hablar y ponerse en el lugar del otro. ¿Lo haces?

¿QUÉ CLASE DE AMOR ES EL TUYO?

1. Caprichoso:

-Cómo es. Se trata de una relación en la que la pasión y el deseo sexual lo desbordan todo. “Sin intimidad ni compromiso”, explica la experta. Así, se corresponde con un tipo de vínculo basado exclusivamente en el sexo y en la exploración del placer (idilios arrolladores que, a veces, derivan en compromisos rápidos sin apenas conocerse). “Casi no hay intercambio de información personal, no hay un conocimiento integral ni un compromiso perdurable”, indica Carmen Loureiro. ¿Qué hay detrás de estos compromisos rápidos? Impulsividad, inmadurez emocional o cierta inseguridad. “Fusionarse lo antes posible con alguien es un modo de aliviar la ansiedad que produce la separación. Y, por otro lado, evitar la intimidad o el compromiso puede señalar un problema de confianza”.

¿Qué puedes hacer? Antes de nada, reconocer qué persigues con esa relación: si sólo quieres sexo o, por el contrario, existe un conflicto interno no resuelto relacionado con la confianza o la inseguridad. Sé sincera contigo misma y piensa qué tipo de vínculo quieres tener con esa persona. Los compromisos no tienen por qué ser inamovibles: “Hay que concebir el compromiso de un modo más flexible. No es una imposición, un deber con el otro, sino un símbolo que representa lo que deseamos compartir y salvaguardar. Por eso, debería evolucionar a la par que se desarrolla una relación”, sostiene Loureiro.

2. Amor vacío: 

Cómo es. A diferencia del caprichoso, aquí lo más llamativo es el peso asfixiante que adquiere el compromiso. La pasión y la intimidad pasan a un segundo lugar. Los miembros de la pareja se comportan como unos socios que se alían para sacar adelante un proyecto (y así conciben su relación: un trabajo, con toda la carga y el estrés que eso supone). De ahí que los aspectos económicos o familiares primen (¡cuántas parejas excusan la falta de cuidado de su relación aduciendo que los hijos les ocupan todo el tiempo!). Suele ser habitual en personas que llevan muchos años juntas y que han perdido el entusiasmo y la intimidad (a veces el respeto). “Sin embargo, algunas relaciones que comienzan así pueden evolucionar hacia la pasión y la intimidad”, explica la psicóloga.

Qué puedes hacer. Reconquistar tu territorio. Es decir, no renuncies a la pasión, al tiempo en común, a compartir con él lo que desees. “Potencia cualquier momento de intimidad y de placer sensual: disfrutad juntos de la comida, de un rato de música, de hacer ejercicio..., y hablad del placer que os provoca todo ello”. Reconocer lo bien que lo pasáis juntos es el primer paso.

3. Romántico: 

Cómo es. ¡El de Bécquer! Ese en el que las oscuras golondrinas sólo pueden colgar sus nidos en el balcón de la persona que amamos... Lleno de momentos intensos, plenos, muy felices, tal como corresponde al principio de cualquier relación: el amor produce en nuestro organismo una oleada de cambios químicos y hormonales (la dopamina y la norepinefrina se disparan) que nos induce a estar pletóricos, centrados en el momento. Así, la pasión y la intimidad pasan a un primer término (la pareja aún no se plantea el compromiso) y, por eso, se carece de proyección futura. Y es que lo que realmente importa es el aquí y el ahora: pasar todo el tiempo posible con esa persona. Y ese es también su peligro: que el apego lógico de las primeras fases del amor se convierta en una necesidad compulsiva que haya que satisfacer como sea.

Qué puedes hacer. Conoceros mutuamente. “Comenzar a intercambiar información personal”, dice Carmen Loureiro. “Abrirse poco a poco de forma recíproca, escuchándose bien, siendo comprensivos para aportarse seguridad y confianza”. ¿Sus deseos son compatibles con los tuyos? ¿Qué compartís además de unos buenos ratos juntos? Respóndete a estas preguntas. “Si os conocéis mejor, podréis intentar construir proyectos de futuro y hacer que la relación vaya a más”.

4. Amor de compañía:

Cómo es. Combina la intimidad y el compromiso, pero sin pasión. “Se aplica a parejas casadas o que llevan mucho tiempo juntas, que han ido perdiendo poco a poco la pasión pero que han conservado otras cualidades de su amor”, sostiene la experta. Son buenos amigos y aliados, compañeros de vida. Por eso, fuera del ámbito de la pareja, este tipo de amor puede aplicarse a amistades muy íntimas o a algunas relaciones familiares (entre hermanos, por ejemplo).

Por otra parte, muchas mujeres sitúan su amor en este tipo: valoran su relación, quieren a su pareja, pero ‘ya no es lo de antes’. Y ese ‘no es lo de antes’ priva de calidad la relación, desanuda el vínculo. ¿Qué ocurre? Que todo evoluciona y el amor también. Por eso, no hay que perseguir etapas que ya se han vivido: han pasado y no van a volver (como las golondrinas de Bécquer...). Ni tú ni él sois los de entonces. Se trata de construir nuevos caminos juntos y de que se desarrollen de forma satisfactoria y saludable para ambos.

Qué puedes hacer. “Jugar, relajarte, pasarlo bien juntos, de forma desinhibida”, aclara Carmen. Nada de bloquearse pensando que flirtear con ‘ese señor del sillón al que conoces de tantos años’ está fuera de lugar. Lo que no es de recibo es perder el tiempo que se pasa juntos, no hacer nada por que la relación sea completa en todos los sentidos.

¿Estrategias? Habla con él, dile lo que sientes. Probablemente, a él le suceda algo similar y no se haya atrevido a decírtelo creyendo que tú estás ‘cómoda’ con la relación. Hay que huir de esa comodidad, porque sólo reduce cada vez más el espacio que sentís como propio y vuestra capacidad para generar alegría, para entusiamaros y atreveros a hacer cosas nuevas, a comportaros de forma diferente (en definitiva, ¡a echarle sal a la vida!).

5. Consumado:

Cómo es. La palabra lo dice todo. Pleno, un amor equilibrado, maduro, que se construye y cuida día a día. Integra los tres aspectos del amor en la relación (fuerte atracción sexual o pasión, intimidad y compromiso con el futuro de la pareja), sin que ninguna de estas áreas reste protagonismo a las demás. ¿Difícil de conseguir? No tanto si no se idealiza. Porque a menudo nuestros propios prejuicios sobre cómo ha de ser la relación ideal nos impiden valorar de forma ecuánime la nuestra; y tal vez no ‘pinte tan mal’ como creemos y valga realmente la pena.

Qué puedes hacer. Quizá modificando algún aspecto de la relación, ésta sea la que buscas y necesitas. Basta, por ejemplo, con cambiar el tiempo que pasáis juntos -sin los hijos, sólo los dos- y los temas de las conversaciones -que no las acaparen el dinero o las obligaciones del trabajo-, con potenciar la capacidad de escucha -ese mando a distancia que tanto distrae mientras se habla-, compartir las responsabilidades del hogar... No descuides tu pareja porque, como advierte la psicóloga, “puede que con el tiempo se acabe traicionando el compromiso o se desvanezca la pasión, evolucionando hacia otro tipo de amor”. Ya sabes, todo cambia.

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