Revista Mía

Inflamación Silenciosa ¿Sabes Qué Es?

Ni duele ni se nota. La inflamación silenciosa es una completa desconocida y pasa inadvertida: de ahí su nombre. No tiene síntomas evidentes. Y, sin embargo, la inflamación crónica -como también se la...

Ni duele ni se nota. La inflamación silenciosa es una completa desconocida y pasa inadvertida: de ahí su nombre. No tiene síntomas evidentes. Y, sin embargo, la inflamación crónica -como también se la conoce- “está detrás prácticamente de cualquier trastorno degenerativo, como la diabetes, la obesidad, la artritis, el cáncer, el alzhéimer y, sobre todo, las cardiopatías”, dicen los doctores Bowden y Sinatra. Porque, para que el corazón, esa máquina que no deja de trabajar ni un segundo, funcione como es debido, necesita que los circuitos que conforman las venas y las arterias estén limpios, y la inflamación lo impide. ¿Qué podemos hacer contra ella? Mucho.

TE DICE QUE ALGO VA MAL

“En sí misma no es una enfermedad, pero sí indica que en nuestro organismo hay un desequilibrio”, explica la doctora Miriam Obis, especialista en Dietética y Nutrición del Hospital Vithas Montserrat, de Lleida. Nos estamos refiriendo a la inflamación imperceptible de un órgano o tejido ante un desequilibrio crónico, ya que, a grandes rasgos, puede decirse que hay dos tipos de inflamación:la que es una respuesta aguda e intensa que provoca un dolor significativo y molestias a la persona y la crónica o silenciosa, que no tiene síntomas y no es dolorosa”.

¿Qué es lo más frecuente en esa situación? “Que no se sepa que se sufre, con lo que no se suele hacer nada para tratarla y puede pasarse años así. Sin embargo,  esta inflamación causa un daño orgánico constante y, al final, termina apareciendo una enfermedad crónica: diabetes tipo II, obesidad, enfermedades cardiacas...”, explica la doctora Obis.

¿A QUÉ SE DEBE?

“A un desequilibrio hormonal y metabólico, cuando hay una sobreproducción de hormonas como el cortisol, que se libera ante situaciones de estrés; de insulina, que regula los niveles de la glucosa en la sangre, y de eicosanoides (unas pequeñísimas hormonas vitales para el funcionamiento de cualquier célula que, además, mantienen la ‘limpieza general’ de todas las membranas celulares, los tejidos y los órganos y controlan la inflamación)”, agrega. Cuando los índices de estas hormonas están alterados se contribuye a que aparezca la inflamación silenciosa.

LOS HÁBITOS, FACTORES DE RIESGO

La alimentación inadecuada, el estrés constante, el sobrepeso, el sedentarismo..., es decir, nuestro estilo de vida y costumbres están detrás de esos niveles alterados de hormonas, del desequilibrio del metabolismo general (cardiaco, articular, hepático, cerebral...) y del de cualquier órgano, en definitiva, sometido a una sobrecarga. Estos desajustes provocan la oxidación celular que causa, a su vez, la inflamación. ¿Qué significa esto? Que nuestro cuerpo comienza a sumar años; envejece más que nosotros y ‘deja de protegernos’. Por eso, las personas con obesidad, diabetes, colesterol, triglicéridos o que llevan un ritmo endiablado de vida son las candidatas a padecerla. “Son esos casos en los que el sistema inmunológico se halla en una incesante hiperactividad”.

OMEGA-3, FUNDAMENTALES

Sin embargo, no creas que es complicado plantarle cara. “El mejor tratamiento para eludirla estriba en una buena dieta, descansar lo suficiente y realizar ejercicio físico, así de simple”, comenta Obis.

¿Cuáles son los hábitos saludables que  ayudan? Moderar el consumo de hidratos de carbono refinados y azúcares (bollería industrial), para mantener regular la insulina; elevar el de ácidos grasos Omega-3,

que favorecen la producción de eicosanoides (toma pescado azul, semillas de lino, frutos secos, etc.); disminuir la ingesta de grasas hidrogenadas y saturadas (procedentes de la industria y de los animales); comer a diario verduras y frutas frescas (sus enzimas palían los radicales libres que provocan la oxidación); descansar adecuadamente (necesitamos, como mínimo, ocho horas diarias según los expertos) y practicar deporte o, por lo menos, llevar una vida activa (caminar ligero media hora cada día).

MENOS HIDRATOS Y MÁS EJERCICIO

La Dra. Miriam Obis nos dice que: “La dieta es de suma importancia para evitar la inflamación. Hay que procurar una proporción

de hidratos, proteínas y grasas repartidos en un 40, 30 y 30 %, respectivamente, moderar la ingesta de hidratos refinados y sustituirlos por cereales integrales y aumentar la de pescado azul (sardinas, salmón, arenques...), marisco, yema de huevo y semillas de lino y de salvia, ricos en Omega-3. Y también es muy importante descansar y hacer ejercicio. Este último es una

de las mejores formas de disminuir el estrés y la ansiedad, puesto que genera endorfinas, sustancias relacionadas

con la sensación de bienestar”.

LAS PREGUNTAS CLAVE:

Contesta sí o no a estas cuestiones. Cuantas más veces respondas ‘sí’, mayor será tu nivel de inflamación y tu riesgo de envejecimiento prematuro, obesidad, diabetes...

1. ¿Tu cintura mide más de 90 cm o tienes sobrepeso?

2. ¿Te apetecen los dulces a todas horas?

3. ¿Sientes hambre constantemente?

4. ¿Te sientes cansada, sobre todo después de hacer ejercicio?

5. ¿Le falta vida a tu cabello, está reseco?

6. ¿Se te resquebrajan las uñas?

7. ¿Sueles padecer estreñimiento?

8. ¿Tienes más sueño de lo normal?

9. ¿Te sientes aturdida al levantarte?

10. ¿Te cuesta concentrarte?

11. ¿Has perdido la sensación de bienestar, te sientes apagada?

12. ¿Te duele la cabeza?

13. ¿Estás agotada casi siempre?

14. ¿Tienes la piel reseca?

Por: Carmen Sabalete.

tracking