¡Se acabó! Claves para superar una ruptura
Cuando una relación termina, nos quedamos, como mínimo, noqueados. Pero el ‘adiós’ es tan natural como el ‘hola’. Aquí tienes cómo vivir las fases del proceso de forma consciente y enriquecedora. Tu nueva...
Cuando una relación termina, nos quedamos, como mínimo, noqueados. Pero el ‘adiós’ es tan natural como el ‘hola’. Aquí tienes cómo vivir las fases del proceso de forma consciente y enriquecedora. Tu nueva vida te espera.
La hemos vivido todas (aunque en el momento álgido creamos que sólo nos pasa a nosotras). Y todas, con más o menos acierto, la hemos superado. Hacerlo de forma que nos reporte beneficios y enriquezca supone todo un proceso que solemos saltarnos (¿a quién no le dan ganas de pasar página rápido?). Pero hemos de ‘echar el freno’. Ir poco a poco para asumir lo vivido y potenciar que la misma ruptura nos saque lo mejor que tenemos como personas.
El proceso puede dividirse en tres etapas que, aunque sucesivas, a veces se solapan y no están exentas de retrocesos. “La clave estriba en permitirse sentir las propias emociones y sentimientos. Darse tiempo, expresar el dolor, no acumularlo, y sacar conclusiones racionales (que nos valgan a nosotras) para no repetir los posibles traspiés cometidos”, explica la psicóloga y sexóloga Marián Ponte, una de las tres expertas a las que hemos consultado.
Se trata de adaptarse, de ser flexibles con nosotras mismas, de darnos la oportunidad que merecemos de vivir mejor, más plenamente. Nuestras expertas nos ayudan a hacerlo. Toma nota porque todo está en tus manos.
Primera fase: El tsunami
Una gran ola de emociones enfren-tadas, de sentimientos contradictorios, se nos viene encima. ¿Qué podemos hacer para no naufragar, para llegar a buen puerto? Antes de nada, mirarla de frente y no perder la calma. Aunque no lo creamos, contamos con todo un arsenal para ‘surfearla’.
-Tomar la mejor decisión
Tanto si nos dejan como si somos nosotras quienes rompemos hemos de enfrentarnos a la decisión de cómo vivir el proceso. Algo que, en la gran mayoría de los casos, siempre se suele pasar por alto. Si nos han dejado, “el enfado, la rabia, la incomprensión y la ansiedad son normales.
Suelen ser un reflejo del dolor interno y a veces un modo de mostrar el enfado con nosotras por no haber sido quienes rompiésemos”, explica la psicóloga y sexóloga Carmen Raya (psiconatural.es). Lo interesante es aprovechar para ver qué nos ha reportado esa relación, qué nos ha sumado como personas. “Hay que tener cuidado con creer que no ha valido de nada la experiencia porque nuestra pareja ha decidido que necesita otras cosas en su vida”, apunta. Seguro que lo vivido juntos nos ha aportado algo positivo para nosotras mismas, para ensanchar nuestros horizontes, y lo mismo puede hacer la separación. ¿Una estrategia? “Elabora una lista con las cosas nuevas que quieres hacer” y comienza por las más asequibles.
Pero ¿y si somos nosotras quienes han roto? “Aun así no es un plato de buen gusto y hemos de estar preparadas para enfrentarnos a sentimientos de duda, ‘vuelta atrás’, miedos, culpabilidad, tristeza”, cuenta Raya. Debemos revisar por qué necesitábamos romper y afianzar la validez de nuestra postura. Todos cambiamos, y según lo hacemos, necesitamos cosas diferentes. Si nuestra relación no madura con nosotros y no nos las ofrece, buscar otro rumbo.
-Stop a la marea de las opiniones ajenas
A veces nos puede el ‘morbo’ de comentarlo con unos y otros (si lo han visto con alguien, lo que fue capaz de decirte...). Pero hay que cortar con esto porque sólo nos perjudica y “hace que sea más difícil elaborar el proceso del adiós, el duelo, que es necesario para adaptarnos a los cambios que conlleva la pérdida”, explica Raya.
Se trata de un juego peligroso, que no sólo puede hacerte más daño sino anclarte durante un tiempo excesivo en esta primera fase y no permitirte progresar. Y agrega: “Con un simple ‘te lo agradezco pero prefiero no volver sobre el tema’ o ‘necesito mi tiempo y tomar mis decisiones aunque me equivoque’ (hemos de aprender de nuestros errores; no hay otra forma)’ es suficiente”. Ensáyalo, escúchate diciéndolo y te será más fácil ponerlo en práctica.
-¿Necesitas llorar? Llora
¿A quién no le han dicho en estas circunstancias ‘no llores’, ‘no te muestres débil’, ‘no le des ese gusto’? Como gran parte de las opiniones son sólo eso, opiniones, y nada tienen que ver, en realidad, con la superación del proceso. Porque, para ello, lo primero que hemos de hacer es reconocer cómo nos sentimos y tener el valor de mostrárnoslo a nosotros mismos, de no dejar eso de lado (así, lo único que conseguiremos será sumar estratos de insatisfacción y rencor en nuestro interior).
Te sientes mal, pero ese es el primer paso para sentirte bien; y asumirlo, el segundo. “Si necesitas llorar, ¡hazlo! Reprimir emociones nunca es bueno y al final salen por cualquier otro lado y de otra forma seguramente peor”, dice la experta.
Segunda fase: ser consciente
Comienzan las preguntas torbellino, las frases acuciantes (los ‘por qué’, los ‘siempre me pasa a mí’...). Y no. Cada uno de esos dardos envenenados que te lanzas tienen una réplica positiva, que es más eficaz y lógica, para superarlo. Y (mejor aún) más realista. Primero ponte en paz contigo y luego con el resto del mundo.
-¿Pero de verdad es el fin?
“No es fácil saber cuándo tomar la decisión de romper”, dice la psicóloga Jaione García (experta en terapia de pareja; jaionegarcia.com). Según explica, la idea suele tomar cuerpo poco a poco. Un día se ve claro que pesan más las dificultades en la relación que el deseo de compartir la vida con el otro.
No obstante, es frecuente dar vueltas y vueltas a si continuar o dejarlo, ‘quedarse enganchada’ en las dudas y ser incapaz de tomar una decisión. Para evitarlo, sopesa estos aspectos clave:
1. No se trata de aguantar. “Haz un balance y valora el dolor acumulado. Una relación no se sostiene desde lo que se es capaz de aguantar por el otro o de lo que él aguanta por ti”.
2. El respeto. “Debes sentir que respetas al otro y eres respetada por él”. Los insultos, los descalificativos o críticas constantes no entran... Querer al otro tal cual es. “Desear que cambie para poder amarlo nos enfrenta a una realidad: ¿realmente te gusta la persona que es tu pareja”, explica Jaione.
3. Miedo a la soledad. “En muchos casos se elige amargarse la vida a uno mismo y amargársela al otro antes que afrontarla solo”. ¿Te imaginas sola? ¿Te sientes bien al verte así?
4. No afrontarlo. Esperar a que la relación cambie por sí misma tan sólo alarga el proceso de deterioro y entorpece la solución. Separarse no tiene por qué convertirse en odiar al otro. es más, como explica la psicóloga, en ese preciso momento se pone a prueba la calidad del vínculo creado entre ambos: “Si la pareja tiene un nivel de comunicación en el que ambos se expresan y son escuchados, pueden vivir la ruptura sin añadir más dolor del inevitable cuando se dice adiós a una forma de relacionarse con una persona a la que se ha querido”.
-El peso de los años juntos. (¿Y si acaba siendo una liberación?)
“Una pareja que lleva tiempo conviviendo suele pasar por diferentes momentos en su relación, de forma cíclica”. Entre ellos, las crisis, que o se resuelven o quedan tapadas -negadas por uno o ambos miembros- con lo que se acumulan resentimientos y agravios que sólo nos envilecen. Si la separación es de mutuo acuerdo, se tenderá a tener en cuenta las necesidades y sentimientos de cada uno; y eso hay que cuidarlo, protegerlo, porque es uno de los tesoros que nos deja la relación.
Pero también es frecuente que, de pronto, uno de los dos decida ponerle punto final. Y ahí viene el problema, porque ¿qué pasa si uno está en una etapa expansiva, de cambio y apertura, y el otro sigue en su rol de siempre? ¿Cómo le afectará a este último? El primer impacto puede paralizarlo aún más, pero si hace un balance sincero comprobará que cuando algo termina, aunque proceda de una sola parte, es que la vida dice que hay que cambiar; nos lanza el mensaje de la renovación, porque -lo queramos o no- tras una ruptura no volvemos a ser los mismos.
Y, aunque indeseada en un principio, puede resultar que terminemos viéndola como toda una liberación: no ya de la otra persona, sino de esos aspectos de nosotros que tal vez han influido en el alejamiento del otro y que a nosotros nos impedían avanzar (miedos, inseguridades). Podemos decirles adiós; mejorar.
-‘No eres mi tipo’ (resulta que pasarlo mal tampoco es lo tuyo).
‘No eres la persona indicada para mí’ es una de las frases que más se escuchan al romper cuando se lleva poco tiempo. Y puede resultar demoledor si no se anda muy bien de autoestima. “Si tu pareja te ha dejado porque ‘no eres su tipo’, pregúntate si ella es el tuyo. No vale la pena desvalorizarse porque a alguien no le gustemos tal como somos”, explica Jaione García. Y, de nuevo, nos encontramos ante una ‘invitación al cambio’, a la superación. Eso sí, siempre que sea por nosotras mismas y no por gustar a los demás, por alcanzar el ‘nivel adecuado’ para alguien.
“Si no estás satisfecha con algún aspecto de ti misma, trabaja para cambiarlo, pero sólo si tú lo decides”. Pensamientos autodestructivos como ‘no valgo nada’, ‘nunca le gustaré a nadie’ no ayudan precisamente a superar una separación ni te aportan nada bueno. ¿Cómo los puedes parar? Sencillamente frenándolos y diciéndote, acto seguido, algo positivo para contrarrestarlos.
-¿Victimismo? ¡Para nada! (no es algo que sólo te haya pasado a ti).
Apliquemos la lógica: una pareja la forman dos personas y que funcione depende de ambas. No somos culpables de nada tanto si somos quienes rompemos como si ha sido la otra persona. Es más: todo el mundo ha pasado por eso. “Sentirte una víctima no te servirá de nada. Y, en parte, es una estrategia inconsciente para no aceptar la realidad y hacer algo con lo que está pasando”, aclara la experta.
No se trata de que pasemos por encima como si no nos afectase; concédete el tiempo de queja que necesites pero “haz un pacto contigo misma que te permita aprender de la experiencia. Reconoce esas cosas de ti que ves que funcionan y trabaja aquellas que te dificultan la vida y las relaciones”.
-La ley de la independencia
Cuando se crean lazos excesivamente demandantes del otro, la separación cuesta más porque hay más aspectos que poner a funcionar por una misma. Pero superarla, precisamente por eso, nos reportará más. Creer que la vida no tiene sentido sin esa persona es bastante común. “Presta atención a tus pensamientos para darte cuenta de qué te dices a ti misma y abandonar esta idea alocada.
A la vida no le da sentido la presencia o ausencia de alguien, su validez está en cada uno de nosotros, en lo que hacemos con ella”, sugiere García. Empieza por las pequeñas cosas diarias; céntrate en qué haces y cómo lo haces. Eso eres tú. Y a partir de ahora es una ley: vuélcate en ello -por insignificante que creas que es-. Serás más independiente.
“Las pérdidas también incluyen ganancias”, explica Marián Ponte. Somos conscientes de ellas con tiempo y distancia. Una nueva vida se abre ante ti y, gracias a que has aprendido de esta experiencia, todo queda en tus manos. Estás fortalecida. Eres más tú misma que antes.
-Cambia el chip.
Lo primero para enfocar las cosas de forma positiva es darte tiempo, “facilitarte hacer las cosas que antes no llevabas a cabo”, dice Ponte (psicóloga y sexóloga; marianponte.com). Abrirte a otras experiencias es un modo de renovarte. Pero no lo hagas por hacer, como si fuese un imperativo adosado a la superación de una ruptura (llenar tu agenda para no pensar; conocer gente por no estar sola).
Se trata de que tu actitud ante el futuro sea resuelta y no un lastre. Así que tiempo al tiempo para ‘reorganizarte’ y aceptar lo vivido. “Las despedidas son indispensables en la vida, la base de la salud y el cambio. Constantemente las hacemos sin darnos cuenta: al cambiar de casa, de trabajo... Nos ayudan a pasar de ciclo y abrirnos a otro”, apunta.
-¡Lo bueno y lo nuevo comienza ahora!
“Nosotros elegimos cómo vivir e interpretar lo ocurrido”, agrega. Esto influye directamente en nuestra actitud y en cómo vemos todo. ¿Cómo deseas que sea tu vida? ¿Qué puedes hacer tú para que sea así?
Una premisa fundamental para predisponerte de forma positiva es “adentrarnos en nuestra base afectiva: ver qué tenemos que mejorar en nosotras para las futuras relaciones así como qué no deseamos que se vuelva a reproducir. Tener claro qué buscamos nos ayudará a encontrarlo”.
... has dejado
-Dejar la puerta abierta. Crear falsas expectativas. La otra parte necesita elaborar su adiós; respétalo.
- Seguir quedando como amigos, como si nunca hubieseis sido pareja. Ralentiza el proceso.
- Volver por chantaje emocional. “En ese momento nos perdemos el respeto. El otro es libre y responsable de hacer con su vida lo que crea conveniente”, dice Raya.
-Admitir sus regalos. No puedes evitar que te los envíe, pero sí rechazarlos para no generar equívocos.
-Romper poco a poco y seguir manteniendo relaciones sexuales esporádicas, ¿a qué estamos jugando?
...te han dejado
-Suplicar que siga contigo y volverte camaleónica para adaptarnos a él y no perderlo.
-Llamar y enviar mensajes todo el rato. Revisa tu autoestima y llena tu vida con cosas que te enriquezcan.
-Preguntar a sus allegados por tu ‘ex’. Contarles detalles de vuestra relación y ruptura. Vigilar qué hace, dónde va (cuidado con usar las redes sociales para ello...).
-Ir de víctima desvalida. No lo eres. No responsabilices al otro de cómo te sientes (no te vuelvas adicta a él).
-Montarle escenas o amenazarle con cuestiones tan graves como autoagredirte (pide ayuda a un psicólogo).
¿Todo el día pensando en lo mismo? ¿Qué podemos hacer para no obsesionarnos más de la cuenta? Ocúpate (no preocúpate). ¿Sirve de algo tumbarte en la cama y darle vueltas y vueltas al asunto? No. Actívate.
Cuando veas que comienza el torbellino, sal a la calle y pasea. Tal vez no puedas concentrarte leyendo, pero ¿qué tal el cine, alguna manualidad o preparar una rica receta? haz ejercicio. No sólo te distraerá y te ayudará a mantenerte sino que generarás endorfinas (hormonas relacionadas con el bienestar y el ánimo) y te sentirás mejor.
-Anótalo. Así de simple. Cada vez que te encuentres pensando en ello, toma nota. Te ayudará a ser consciente de todo el desgaste que te supone. Terminarás por aburrirte y una cosa puede llevarte a la otra.
-5 minutos y no más. Imagínate que ha pasado ya cierto tiempo de la ruptura y otra vez te vuelves a pillar a ti misma diciéndote “qué pena, qué pena”. Pues vale, coge el reloj y date una sesión de 5 minutos de desconsuelo, pero luego, ni uno más. Si te descubres de nuevo con el mismo martilleo, di “no, esto no es lo que yo quiero” y enumera lo que deseas; repítelo. Te dará fuerza.
De cualquier experiencia, por complicada que sea, siempre se aprende. La psicóloga Marián Ponte nos lo explica:
- Saldremos fortalecidas, si seguimos todo el proceso, sin saltarnos nada: preparadas para que nuestro futuro dependa de nosotras y de nadie más. No viviremos del pasado, no nos quedaremos ‘enganchadas’ a él.
-Nos conoceremos más. Comprender el motivo de la separación nos aporta información sobre aspectos de nuestra personalidad que no conocemos y podremos trabajarlos.
-Desarrollaremos más todo aquello que nos hace ser quienes somos. ¿Una de las razones del adiós ha sido algún hobby tuyo? Pues piensa qué te aporta y profundiza en ello, porque te está diciendo qué necesitas para sentirte bien en la vida (¿podría ser una salida laboral futura?).
-Todo se supera. Te has hecho con la situación y seguramente dudabas de poder hacerlo. Y puedes, ya lo has visto. Así que no lo olvides: todo se supera. Fortalece tu autoestima.
-¿Temor a la soledad o a la tristeza?
No lo tengas. Es todo un freno. No querer estar solos ni pasarlo mal puede anquilosarnos en una situación que no nos beneficia. En este proceso, debemos tener momentos buenos y menos buenos, y esa es la única forma de avanzar en la vida y como personas.
-Aclara tu interior. “Aceptar lo que ha fallado por tu parte te dará la oportunidad de aprender cómo crear una nueva manera de relacionarte en la que te sientas más feliz. No significa culparte ni descartar los errores del otro (cada uno tiene su parte de responsabilidad), sino comprenderte a ti (qué no repetirías, qué necesitas que te aporte una relación, qué deseas tú dar en ella, cuáles son las cosas no negociables y aquellas a las que sí puedes renunciar...).
-Haz una lista con qué deseas. Escribe qué buscas en una relación, qué no deseas (aquello que para nada debe tener; lo aprendido de esta ruptura) y anota también lo prescindible. Sopesa todo con tu vida actual, tus otras relaciones (familia, hijos, amistades, trabajo...). ¿Se llevan bien? Cuanto mejor encajen, mejor te irá. Tenlo presente.