¿Mis manías son normales?
Todos las tenemos. ¿Quieres plantarles cara y acabar con ellas? Te contamos cómo.
No te das cuenta pero te levantas de un salto del sofá y te pones a limpiar... Tienes una manía. ¿Sabes por qué? ¿Qué revela? Tal vez tengas que trabajar algo en tu interior.
¿Qué es una manía?
“Si nos referimos a lo que conocemos como tener manía a alguien o algo, denota aversión o antipatía, un sentimiento que nos puede llevar a rechazar esa cosa o bien a tratar a esa persona de forma negativa o a apartarnos de ella”, explica la psicóloga y sexóloga Marián Ponte, de Barcelona. Pero, además, una manía puede ser una costumbre o comportamiento raro, algo así como una pasión exagerada por algo, que llevado al extremo supone un problema emocional.
“En el origen de la manía pueden encontrarse desde factores internos de la persona (como la genética), hasta externos (la influencia de los demás y del propio medio). Muchas cosas pueden afectarnos: la falta de sueño y descanso, carencias de vitaminas, enfermedades psicológicas... ¿Diferenciar entre lo normal y lo patológico? Si vemos risa excesiva, euforia, discurso incoherente... denotan que algo no va bien y hay que ir al médico”, señala la experta.
Bastante. Porque una manía es algo que se nos escapa de las manos y eso suele proceder de nuestro mundo interior profundo, del inconsciente. ¿Son normales? ¿Patológicas? “Lo primero es ver qué la causa. Tener una aversión en un momento puntual puede ser natural. Es distinto si conforma nuestra forma de vida y nos interfiere en el día a día”. Todos tenemos nuestras manías, algunos no pueden evitar, por ejemplo, morderse las uñas o limpiar continuamente.
Todo es una cuestión de grado. “Si se producen muchos pensamientos o actos ritualistas, si no puedes evitar hacer o tener un impulso, es conveniente. Y asimismo, si ocupan mucho espacio en tu vida o denota ya un trastorno emocional”, aclara.
Las manías son conductas ingobernables. Por eso todo lo que nos ayude a relajarnos y tomar conciencia de nosotras, nos irá bien.
- Apúntate al yoga o al taichí, que nos ayudan a conectar la mente con el cuerpo.
- Cultiva tus relaciones: los amigos, la familia..., el contacto con los demás nos ‘reeduca’ sin necesidad de lecciones, nos enriquece, nos ‘devuelve’ a la normalidad.
- Alíate con las flores de Bach, que nos facilitan controlar las emociones.