Revista Mía

"Dice tacos sin parar"

Nuestra experta Rocío Ramos-Paúl te explica cómo evitar que tus hijos adquieran esta costumbre.

Carlos, de 10 años, en plena partida de videoconsola con sus amigos, pierde y se le oye: “¡Qué putada!”. Su padre se queda parado en seco y no puede dejar de pensar en lo que acaba de escuchar. Está claro: tiene que intervenir. Nuestra experta, Rocio Ramos-Paúl, terapeuta familiar, explica cómo enfrentarse a esta situación.

De pequeños ya saben que “eso no se dice”

Van creciendo y descubren que los adultos, cuando se enfadan o quieren hacer un chiste o simplemente para protestar, dicen tacos sin que nadie les regañe, y ellos prueban a hacerlo. Si previamente se les ha reprendido no lo harán con adultos delante, pero aprovecharán para decirlos cuando estén con los amigos y, claro, en el grupo lo más probable es que les rían el atrevimiento.

Los dicen por el efecto que producen

Para tranquilidad de los padres, a estas edades no atribuyen el mismo significado que nosotros a las palabrotas. Las repiten simplemente porque esas palabras tienen algún efecto en los demás, que puede ser enfado, risa, sorpresa...

Son toda una tentación para los chavales

Hay que entender que al principio las palabrotas son una tentación. ¿Quién se resiste a decirlas aunque sea una vez, aunque sea en voz en baja? Y más si las dice una de las personas a las que atribuyen el papel de ídolo (tío, hermano mayor...). Pero si las palabrotas se convierten en algo demasiado frecuente hay que actuar.

¿Qué podemos hacer cuando dicen palabrotas?

Decir tacos en estas edades constituye una travesura, una forma de repetir lo que han escuchado a los mayores para parecerse a ellos. Esto no significa que se les deba permitir, porque tienen que saber que los tacos pueden ofender a otros.

Cómo actuar

1. Dile: “Si esta semana dices menos de diez palabrotas (por ejemplo), el fin de semana te dejaremos quedarte en casa de tu amigo, tal y como nos has pedido”.

2. También puedes negociar utilizando su paga semanal: “Por cada palabrota que digas, te descontaré diez céntimos de la paga”. Llevarás tú la cuenta, sin recriminarle cuando diga una palabrota. Simplemente, anotarás en un lugar visible la cantidad de tacos que lleva y le informarás del saldo resultante al final del día.

Predica con el ejemplo

Por supuesto, a cualquiera se le puede escapar una palabrota en alguna situación. Pedir perdón, si está tu hijo delante, e intentar evitar que vuelva a ocurrir es suficiente. Pero hay adultos que de cada tres frases que dicen, dos llevan tacos. Si eres de esos, recuerda que tu hijo imita todo lo que ve en ti y que exigirle que no lo haga cuando te lo escucha a diario es incoherente.

Qué aprendemos

Es normal que los niños tengan sentimientos de enfado, pero debemos enseñarles que hay otras formas de manifestarlos diferentes a los tacos. Tenemos que ayudarles a expresar lo que sienten de forma adecuada. Describir sus emociones con palabras para que aprendan a reconocerlas es el primer paso para controlarlas: “Estás enfadado porque has perdido la partida, pero no hace falta tacos para expresar lo que te ocurre”.

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