¿Hasta cuándo hay que obligar a los niños a hacer las cosas?
Cuando son pequeños es más fácil que nos hagan caso, pero al llegar a la adolescencia todo cambia. Es importante saber escuchar.
No es lo mismo que no recoja la mesa o que no siga los horarios de la familia, que asistir a manifestaciones de grupos radicales o llegar a altas horas de la madrugada. En estos casos extremos hay que ponerse firme, pero en ningún caso utilizar la violencia. “La violencia física no tiene ningún valor educativo y la imposición debería ser el último recurso”, destaca Rosa Suárez, psicóloga clínica, directora técnica del Centro de Estudios sobre Promoción de la Salud y coautora del libro La buena adolescencia.
Comunicación y diálogo
Pero ¿hasta qué punto los padres podemos imponernos? La experta explica que, independientemente de la edad del hijo, en el momento en que las acciones afectan a más personas hay que tomar el control. Lo primero que hay que explicarle son las consecuencias de sus actos y tener tacto.
Cómo decir las cosas
“Decir ‘te prohíbo que vayas’ es una frase que en sí misma no provoca un cambio en la intención de acudir a eventos previsiblemente peligrosos. Tampoco los padres pueden seguir al hijo o cerrar la puerta de casa para impedir que vaya, especialmente si hace tiempo que sale solo”, aclara Rosa Suárez.
Hay que tener en cuenta que los adolescentes hacen lo que ven en casa y, si allí gritamos, insultamos o somos anárquicos, lo imitarán. “Hay que poner límites desde que son pequeños e ir desarrollando su autocontrol. No vale comenzar cuando tienen 14 años”.
¿Hasta qué edad, entonces hay que imponerse?
“Cuando llega el día del 18 cumpleaños no te dan un maletín con responsabilidad, autonomía y autocontrol. No funciona así. Es un proceso”, continúa Suárez. Si una niña con 13 años va al colegio con una minifalda ridícula, le diremos que se la quite sin más, pero si es un poco mayor y se la ha comprado con su dinero sólo podremos explicarle que si va así a clase podría jugar en su contra.
Tienes que estar a su lado para escucharle, detectar sus capacidades, ver sus puntos fuertes, darle apoyo e infundirle confianza. “Todos cometemos errores, y es cierto que hay algunos que tienen consecuencias graves y que debemos evitar, pero no se trata de ir anticipándose al peligro, ya que crearía inseguridad y falta de confianza”, advierte la experta.