Revista Mía

Mi hija prefiere jugar sola

Ana tiene 4 años y sus padres se empiezan a preocupar cuando observan que en el parque prefiere estar a su aire sola.

Ana tiene 4 años y sus padres se empiezan a preocupar cuando observan que en el parque prefiere estar a su aire sola. “Es como si no le atrajese hacer amigos, como si le sobraran”, dice su padre.
La psicóloga Rocío Ramos-Paul ofrece claves a los padres para que sepan qué hacer ante un caso así.

Cómo actuar

Los padres de Ana confiesan que no son de salir mucho: “Tenemos pocos amigos, además ninguno tiene hijos de su edad. Tampoco hay niños en la familia, Ana se mueve demasiado con adultos” dice la madre.
El juego con otros es la primera forma de relación social. Si observamos a niños jugando juntos será fácil descubrirlos ensayando comportamientos como negociar, preocuparse por otros, enfadarse, resolver diferencias, animar o tomar decisiones.
Valores como la solidaridad o la empatía tienen su origen en las situaciones de juego en grupo. Cuando no se producen y la tendencia es a huir de las situaciones de relación con los iguales, los padres temen que se produzca un aislamiento social.
A partir de los 3 años los niños han adquirido capacidades suficientes para hablar, pensar, moverse y resolver solos pequeñas dificultades.
Aun así, seguirá habiendo ratos que busquen a sus padres e incluso se retiren a jugar sin compañía ya sea para no compartir, porque se enfadan, o porque no les apetece.
Pero por lo general, les encanta probar esta nueva capacidad de relacionarse socialmente que les hace más autónomos.
Lo cierto es que cuando los niños juegan poco con los iguales suele ser por una de estas razones:
1. Falta de habilidades sociales. 
No sabe saludar o iniciar una conversación. Se pone rojo si se dirigen a él o te mira esperando que contestes por él cuando le preguntan. Entonces: pídele que salude a la gente que conoce, que dé las gracias y utilice ‘por favor’. Permítele que te observe teniendo conversaciones con tus conocidos.
Una buena forma de hacerlo es quedar con amigos que tengan niños de la misma edad; llegados al punto de encuentro acompañarle con los niños hasta que se establezca alguna relación entre ellos. A partir de aquí, volver con los adultos y pedirle al niño que permanezca con los demás críos.
2. Timidez.
Es una característica que puede manifestarse desde la infancia.
Podemos ayudarle así:
- Pídele que llame por teléfono a sus abuelos y tíos para contar cosas ‘guays’.
- Fomenta que cuente lo que siente y piensa de sus experiencias. Busca situaciones en las que tenga que relacionarse . Empieza haciendo de modelo: “Hola, me llamo Ana, ¿y tú? ¿Puedo jugar con vosotros?”.
- No critiques su comportamiento, ni lo justifiques, ni resuelvas por él cuando le pregunten. Olvídate de frases como: “A ver cuándo eres capaz de hacer lo mismo que Juan”.
3. En casa no se le ofrece un modelo.
Los niños no pueden emular lo que no conocen. Así que habrá que convertirse en modelo de relación con los demás para que sepan relacionarse con sus iguales. Para empezar, ¿por qué no buscar un grupo de padres con intereses similares y quedar de vez en cuando?
Hacer amigos y relacionarse con ellos es el germen de las habilidades sociales que el niño tendrá de adulto. Somos seres en continua relación y saber hacerlo nos asegura éxito personal.
A partir de los 3 años, y de una forma lúdica, hay que fomentar que nuestros hijos vivan esas experiencias (cómo saludar, iniciar una conversación o hacer una crítica/alabanza, etc.) con sus iguales, para que a través del juego y de la repetición de esas actitudes desarrollen sus capacidades de comunicación.
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