Revista Mía

¿Por qué discuto tanto con mi hijo?

Cuando nuestros hijos son adolescentes las discusiones se multiplican. ¿Por qué? ¿Qué es normal y qué no? Aprende a negociar con él.

Cuando nuestros hijos son adolescentes las discusiones se multiplican. ¿Por qué? ¿Qué es normal y qué no? Aprende a negociar con él.

Nos pasamos su infancia alentándolos a que sean mayores, aplaudiéndoles si se comportan como tales, pero cuando llega la adolescencia y se reivindican como adultos no paramos de discutir con ellos.

¿Qué está pasando?

“Algo evolutivamente necesario”, apunta el psicoanalista Juan Martínez-Mena de Molina. La adolescencia es una de las fases mas increíbles de la vida, en la que empieza la verdadera búsqueda de la propia identidad, de ser uno mismo. También es una etapa llena de creatividad, de evolución y aprendizaje. Tendemos a demonizar la adolescencia cuando en realidad tiene mucho de positivo.

Llegada cierta edad, el propio cerebro está diseñado para hacernos sentir la necesidad de valernos por nosotros mismos como seres independientes de nuestros padres, que hasta entonces habían primado en nuestra vida. Es una necesidad saludable y necesaria para una correcta evolución: buscar un espacio propio, un lugar en el que sentir que somos nosotros mismos. Y, por supuesto, donde primero se busca este espacio propio es dentro de la familia.

En esa evolución hacia la reivindicación, autoafirmación e individualización, es normal que un adolescente discuta, cuestione, busque puntos de conflicto y desee por todos los medios rodearse de los suyos. Unos amigos que en esta fase ya no son tanto papá y mamá como sus iguales, sus colegas, con los que necesitará quedar o comunicarse a través de las redes sociales.

La señal de alarma debe saltar cuando no hay un comportamiento adolescente que indique que nuestro hijo está desarrollándose e independizándose (sumisión) o cuando sus actuaciones reivindicativas cruzan la línea de la falta de respeto hacia los demás y hacia sí mismo, explica Martínez-Mena. “Que a un adolescente le tengas que repetir veinte veces que ordene su cuarto es algo normal; que te empuje o te insulte a gritos cuando se lo dices, no”.

Hay que reconocer a nuestro hijo adolescente tal y como es; debemos estar dispuestos a proporcionarle el amor, entendimiento y acogimiento que necesita sin agobiarle. Tenemos que comprender que ellos también lo están pasando mal. Se enfrentan a algo desconocido, a un montón de cambios que muchas veces no saben cómo gestionar. Por eso, la mejor forma de llevar esta etapa de su vida es como si fuera un camino de dos direcciones en el que siempre debería haber un diálogo y una negociación. Si ha habido falta de comunicación con el niño cuando era pequeño, la relación solo va a empeorar en la fase adolescente. Por otro lado, cuanto más inseguro sea un niño más problemático será durante la adolescencia. Por último, tenemos que hablar con ellos de todos esos temas que para ellos son nuevos y están deseando explorar (sexualidad, amor), sin sentar cátedra ni transmitir tabús.

Es importante que preguntemos a nuestro hijo por sus sentimientos, en lugar de reprocharle cada pequeño fallo; negociar en vez de obligar. “El adolescente va a querer imponer su criterio siempre; por eso, para evitar el enfrentamiento constante, es mejor centrar el esfuerzo en lo que de verdad nos importa”, explica el psicoanalista. Por ejemplo, podemos negociar diciéndole: “Te dejo llegar una hora más tarde si apagas el móvil mientras comemos o si compartes más cosas con la familia”.

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