Revista Mía

5 modelos de padre

¿A cuál te quieres parecer? Los hijos aprenden de los padres también a través de sus pautas de conducta hacia ellos, del modelo de paternidad que ejercen.

¿A cuál te quieres parecer? Los hijos aprenden de los padres también a través de sus pautas de conducta hacia ellos, del modelo de paternidad que ejercen. Toma nota.

Sobreprotector

Características:

1. El padre sobreprotector está siempre encima de los hijos, vigilando con aprensión cada paso que dan por si se hacen daño o se equivocan, haciendo de coraza o “cascarón” para evitarles cualquier disgusto, más allá del lógico cuidado y protección que hay que tener con un niño.

2. No les dejan hacer nada solos, asumir responsabilidades ni independizarse progresivamente de la tutela de los adultos, ni se adaptan a los cambios que experimenta el hijo a medida que crece (“sigue siendo mi niño”).

3. Confunden el amor con el ahogo: no entienden que su hijo necesita tener intimidad y un espacio propio desde pequeño.

Consecuencias:

-Los hijos educados según este modelo tienden a ser personas muy dependientes, incapaces de actuar sin contar con la aprobación de los demás.

-Normalmente, el niño sobreprotegido se vuelve intolerante a la frustración: no soporta el menor fracaso, ni tan siquiera que le lleven la contraria.

Características:

1. Es la otra cara de la sobreprotección: no dejar tampoco ninguna autonomía ni capacidad de decisión al niño, pero en este caso a base de “ordeno y mando”, de normas y más normas rígidas e inflexibles.

2. Creen que la autoridad de un padre sobre su hijo (necesaria, pero que debe razonarse y fundarse en valores coherentes) se explica por sí sola: “Esto se hace así porque lo digo yo”. No negocian ni consensúan.

3. Confunden exigencia e intransigencia, y mostrar cariño y reconocimiento con mostrar debilidad. Son los padres del no (“no vales, no te esfuerzas...”).

Consecuencias:

-A la dependencia se suma una baja autoestima: un padre autoritario hace creer al hijo que sólo vale si cumple las expectativas depositadas en él.

-Es muy habitual que alguien que ha sido criado en un ambiente de autoritarismo desarrolle una personalidad agresiva y hostil.

Características:

1. El padre permisivo no sabe ejercer ninguna clase de autoridad sobre los hijos, deja que campen a sus anchas desde que son pequeños, sin ponerles límites, normas, horarios ni responsabilidades.

2. No castigan ninguna infracción, pero tampoco se interesan por lo que sus hijos hacen bien. Son los padres del “todo vale mientras no me molestes”.

3. Confunden la flexibilidad con la dejación de funciones: a un niño de muy corta edad no se le puede dar la misma libertad y autonomía que a uno casi adolescente.

Consecuencias:

-El exceso de permisividad transforma a los hijos en pequeños tiranos que no aceptan normas ni restricciones de nadie y que carecen de autocontrol y sentido de la responsabilidad.

-Aunque parezca paradójico, este tipo de padre incide en una baja autoestima del hijo: no marcarle el camino es otro modo de no valorarlo.

Características:

1. Son aquellos padres que en unas cosas se muestran muy autoritarios y en otras muy permisivos, que unas veces sobreprotegen y otras dejan al hijo correr riesgos innecesarios... Sus normas son incoherentes y caprichosas.

2. Es habitual el reparto de papeles entre el padre y la madre: uno hace del “policía bueno” y el otro del “malo”, uno mima y el otro castiga, o ambos se quitan la razón delante del hijo para ganar su favor.

3. Confunden a sus hijos, que no saben nunca a qué atenerse ni si se van a encontrar con una reprimenda o con un premio por su conducta.

Consecuencias:

-Una educación contradictoria en extremo es para el hijo un pasaporte casi seguro a la inestabilidad emocional y la inseguridad afectiva.

-Frecuentemente, los niños que viven inmersos en este esquema se vuelven desconfiados hacia los adultos, que dejan de ser una referencia sólida.

Unos padres coherentes deben poner a sus hijos normas razonadas, flexibles y que evolucionen con el crecimiento; siempre que se pueda, hay que intentar negociarlas y consensuarlas con ellos, en razón a su edad y comprensión. Los castigos y restricciones aparejados a éstas también han de ser proporcionados y consensuados en lo posible, pero tienen que cumplirse. Hay que mostrar siempre afecto y reconocimiento al hijo, incluso para reprenderle, y saber reconocer los propios errores y disculparse por ellos para ganar su respeto. Darle progresivamente mayor intimidad y también responsabilidades son otras de las claves.

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