Dependencia tecnológica: protégeles
Aunque todavía no está contemplada como una enfermedad mental, lo cierto es que la adición al móvil se ha convertido en un serio problema psicológico.
Si bien la adicción a Internet y a los dispositivos digitales no está todavía contemplada en la última versión del Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales, existen estudios realizados en varios países que muestran una creciente y global preocupación al respecto, resaltando un incremento insoslayable de tal adicción o del uso compulsivo de los móviles y de sus aplicaciones hasta cifrar en 176 millones los usuarios con este tipo de dependencia.
¿Dónde está el problema?
Según Verónica Rodríguez Orellana, terapeuta y directora de Coaching Club, “La tecnología está generando en los más pequeños, aunque en los adultos también, una subordinación al mundo digital y esa modalidad del multiproceso provoca verdadero resquemor y desazón en los padres, toda vez que consideran que tanta fragmentación de la actividad, de la dedicación y de la atención incidirá negativamente en el rendimiento escolar de los hijos”.
Hay que destacar que se ha disparado el número de aplicaciones (apps) para los móviles y tablets, dirigidas a los niños. Juegos, redes sociales, aplicaciones de fotografía… ofrecen soluciones para sencillos actos de la vida cotidiana y nuevas maneras de establecer relaciones con los amigos. Sin embargo, el problema surge cuando la línea que separa el uso del abuso se torna delgada e imperceptible hasta tal punto que los problemas que ocasionan superan a las soluciones y la dependencia alcanza unos límites que imposibilitan nuestra propia autogestión en ausencia de estas tecnológicas ayudas.
Es importante resaltar que no todas las personas son susceptibles de desarrollar una adicción, ya que para ello se requiere la presencia de una serie de factores, entre los cuales destaca la propia vulnerabilidad y predisposición particular del individuo.
La ayuda que necesitan
Para evitar que se excedan en el uso del teléfono móvil, como para cualquier otro tipo de abuso, hay que definir a nuestros hijos muy bien los límites que les exigimos explicándoselo no como algo negativo sino como las reglas que ordenan racionalmente el consumo de la amplia oferta tecnológica, de contenidos y de ocio. Los límites están muy lejos de comportar, exclusivamente, la sanción y la limitación. Suponen esencialmente guiar, proteger, prevenir o aconsejar.
Debemos también estar pendientes de las aplicaciones que utilizan en su correo. Conocer a sus amigos y disuadirles de todas aquellas personas que puedan concocer a través de las redes sociales pero que no hayan visto nunca físicamente. Una buena comunicación con nuestro hijo les hará ver muy pronto que intercambiar fotografías a través de las redes no es nunca una buena idea y les dará la confianza para hablar con nosotros cuando se sientan acosados por alguien en la red.