Niños. Poli Bueno, Poli Malo…
Papá es el que pone los límites y mamá la que consiente. O al revés. Si a uno le toca ser siempre ‘el malo de la película’, los niños no sabrán a quién hacer caso. Evítalo. Dicen que si los niños no...
Papá es el que pone los límites y mamá la que consiente. O al revés. Si a uno le toca ser siempre ‘el malo de la película’, los niños no sabrán a quién hacer caso. Evítalo.
Dicen que si los niños no declararan de vez en cuando la guerra a sus padres, no serían niños. Esto es normal; lo malo es que la contienda se alargue más de lo soportable y que el blanco de las peleas sea sólo uno de los progenitores, y no ambos. Con frecuencia esto ocurre porque para el niño hay dos figuras bien diferenciadas en casa: la del progenitor divertido y permisivo, que asocia al ocio, y la del estricto y severo, que vincula a la rutina menos placentera; es el que le despierta por la mañana, le obliga al baño diario (que no siempre le apetece) o se empeña en hacerle comer el puré de verduras que tan poco le gusta. El caso es que, si el pequeño asimila las figuras de mamá y papá a las del ‘poli bueno’ y el ‘poli malo’, no le resultará fácil acatar las normas. “Si papá me deja saltar sobre el sofá y mamá no, ¿puedo o no puedo hacerlo?”.
LA EDUCACIÓN ES COSA DE DOS
“Para que no se hagan un lío, lo importante es que padre y madre acuerden un marco normativo común, de forma que él entienda que tiene que respetar las reglas, independientemente de quién se las recuerde”, explica José González, terapeuta familiar y director de Apertus Psicólogos. Para ello, los padres deben acordar previamente qué harán cada vez que el niño protagonice una rabieta, decida que no quiere atarse los zapatos o se proclame en huelga a la hora de recoger la mesa.
Sean cuáles sean esas reglas consensuadas, los especialistas recomiendan tener siempre presente que los niños son buscadores natos de protagonismo. Contar con ello puede ayudarnos a la hora de saber cómo actuar. “La mayoría de los niños quiere ser el centro de atención, y no hay nada de malo en ello; es algo biológicamente sano. Lo que ocurre es que, con tal de lograrlo, les es indiferente conseguirlo a través de una conducta positiva o de una negativa. Y cuando se dan cuenta de que con las negativas consiguen mayor atención, las ponen en práctica con más frecuencia. Por eso es importante extinguirlas no haciéndoles el menor caso y, en cambio, fomentar las positivas premiándolas con reforzadores sociales (‘qué orgulloso estoy de ti’, ‘qué bien lo has hecho’) o con actividades de ocio, con las que además aumentamos nuestro vínculo con ellos”, aconseja el experto.
EVITAR LA FRUSTRACIÓN
Pasar de la teoría a la práctica no es sencillo, sobre todo cuando los padres tienen la impresión de estar constantemente prohibiéndoles cosas a sus hijos. De hecho, es habitual que los progenitores sientan cierta frustración al ejercer de ‘malos’. Sin embargo, ser conscientes de que la tarea de ser padres incluye darles apoyo y atención, pero también imponerles límites para ayudarles a desarrollarse socialmente, compensa la balanza. Los hijos necesitan que les indiquen lo que está bien y lo que está mal, y esa también es una forma de demostrarles cariño. Así, cuando tengan que aceptar las normas del entrenador de fútbol, de su profesor o del conductor del autobús escolar, todo les resultará más sencillo.
ABUELOS CONSENTIDORES
¿Qué ocurre cuando, después de conseguir que tus hijos no tomen golosinas a cualquier hora, los abuelos les regalan una enorme bolsa de chucherías cuando van a su casa? Aunque pueda parecerlo, el trabajo no se habrá hecho en balde. Que los familiares les concedan caprichos que no están permitidos en casa no quiere decir que los niños vayan a olvidarse de las normas impuestas por sus padres. Si se han marcado bien los límites, no confundirán algo ocasional con la rutina diaria. Sobre todo si, cuando regresan al hogar, se les recuerda que las reglas siguen siendo las mismas.
Por: Beatriz González.