Revista Mía

¡Adiós Rabietas!

Esta etapa de pataletas es calificada como ‘los terribles dos-tres años’, lo que describe muy bien el sobresalto de los padres cuando su dócil bebé se convierte en un incómodo protestón....

Esta etapa de pataletas es calificada como ‘los terribles dos-tres años’, lo que describe muy bien el sobresalto de los padres cuando su dócil bebé se convierte en un incómodo protestón. Pero hay un método eficaz para acabar con las rabietas de una vez. Nos lo explica Rocío Ramos-Paúl (súpernanny), psicóloga y experta en Educación Infantil.

Lo primero que hay que saber es que tener rabietas es evolutivamente sano. El niño que permanece callado y acata todo lo que le dicen sin rechistar es mucho más preocupante. Identificar cuándo empiezan es relativamente sencillo: de repente descubres que su discurso está plagado de “yo solo”, “no recojo”, “no como”, acompañado de lloros, gritos y otras lindezas, y te preguntas dónde ha aprendido a hacer eso. Tranquilos, no es más que su forma de mostrar su desacuerdo y/o de decirte que le pasa algo. No sabe hacerlo de otra manera y tienes que ayudarle a que aprenda.

Esta es una etapa de mucho desgaste para los padres, pero también llena de retos para los hijos. Es más, los niños que se educan sin escuchar un ‘no’ tienen muchas probabilidades de desarrollar un trastorno de conducta. Es la forma de transmitirles que su comportamiento es inadecuado, que “esto no vale”, que “no todo tiene que ser cuando y como él quiera”. Tu actuación ante sus berrinches es decisiva. Puedes pensar: “Cedo por no oírle, para que se calle, porque me da pena”; o también: “Le enseño autocontrol y a entender el ‘no’”. Pero sólo con la última opción le transmitirás e inculcarás tolerancia a la frustración.

Dile que no vale todo.

Hay una forma de que puedas sacarle partido a las rabietas de tu pequeño. Tan importante como llevar a cabo estas pautas sin saltarse ninguna es entender por qué hay que hacerlo así. Plantéate empezar a ponerlo en práctica cuando comiences a notar que el niño muestra su desacuerdo con lloros, pataletas, gritos o arrojando cosas, y que cada vez lo hace con más frecuencia.

-Primero, ignora su conducta y sigue haciendo lo que tenías entre manos o inicia una nueva tarea. Es lo mismo que decirle: “Esto no te vale, si quieres algo tienes que aprender a pedirlo de otra forma”.

-Dile en primera persona: “Me estoy enfadando mucho”. Tiene que saber que su forma de actuar trae consecuencias para los demás. Añade palabras cortas, pero de manera firme, que puedan ayudarle a dejar su comportamiento: “Basta”, “se acabó”. Estas frases se convierten en señales de que la rabieta tiene que parar y le ayudan a identificar que su actuación no es la adecuada.

-Después, con tranquilidad, cuéntale que no vas a hacer caso de lo que te pide: “Lo siento, no voy a comprarte chuches”. Tu actitud relajada es la que le enseña cómo enfrentarse a situaciones de conflicto y le convence de que sus lloros no son válidos para obtener lo que quiere. Si no hace caso, añade en tono firme: “No voy a hacerte caso hasta que te tranquilices”. Si no atendemos lloros, gritos, pataletas..., el pequeño entiende que eso no es válido y desaparece de su repertorio de comportamientos. En este punto hay que poner especial cuidado en expresar lo que queremos que haga: “Cuando ya no llores, podremos seguir jugando”.

-Una vez que le has dejado clara la situación, retírate y dale un tiempo (un minuto por cada año cumplido) para que cambie su disposición mientras tú sigues con tu tarea. Irse de la situación permite que el crío se tranquilice, simplemente porque no estamos pendientes de su conducta y entonces no le vale para llamar nuestra atención. Es algo así como si pensara: “Si no tengo a nadie que me mire, para qué seguir con la pataleta”.

Firme hasta el final.

Recuerda que las primeras veces le costará entender tu nueva posición y la rabieta se intensificará. Sólo si te mantienes firme hasta que se tranquilice será válida esta técnica. Si cambia de actitud, inmediatamente dile: “Cómo me gusta que por fin te hayas calmado y podamos seguir con nuestro paseo”. Sin este paso no tiene sentido la intervención, porque el objetivo es que aprenda a expresar de forma tranquila lo que desea y eso sólo lo sabe si sus padres le señalan las veces que lo hace adecuadamente y le aprueban por conseguirlo. Así que, a pesar del mal rato que te ha hecho pasar y de que te entren ganas de mandarlo a la cama con dos gritos, felicítale. Está aprendiendo que respetar los límites nos facilita la vida.

Cómo enseñarle... autocontrol.

Pautas para lograr que deje de llorar, gritar o dar patadas por capricho:

1.Chantaje emocional. “Mi hijo puede tirarse llorando tanto tiempo que al final ya no sabe ni por qué empezó”. Si te reconoces en esta situación, procura no ceder ante sus berrinches y aguanta sin hacerle caso.

2. Cambio de actitud. Procura prestar mucha atención a lo que hace por si varía su comportamiento; si ya no llora, aunque siga pegando algún grito, dile: “Me encanta que hayas dejado de golpear los juguetes”.

3. Final feliz. Y si deja de berrear del todo, exponle: “¡Qué bien, por fin te has tranquilizado! Ahora podemos hablar”. Se trata de que aprenda a controlarse, que entienda que no todo es cuando y como él quiera.

Recuerda:

Cuando comience la pataleta, ignora su conducta. Es la manera de decirle: “Esto no está bien. Tienes que aprender a pedir las cosas de otra forma”. Antes de poner en práctica esta técnica, evalúa tu capacidad para aguantar el llanto del niño. Te ayudará a no abandonar el proceso.

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