Revista Mía

Trucos para hacer unas patatas bravas deliciosas

Es uno de los platos más icónicos (y deliciosos) de nuestra gastronomía y no es difícil que quede rico si tienes en cuenta estos sencillos trucos.

Si hablamos de picoteo, las patatas bravas son un imprescindible que nunca falta en la carta de ningún bar. Este aperitivo es uno de los más típicos de la gastronomía madrileña pero es fácil encontrarlo en cualquier parte de España. Aunque hay casi tantas recetas de este plato como cocineros que lo elaboran, existen ciertos aspectos clave que nunca deben descuidarse para que queden perfectas.

No hay aperitivo más irresistible que unas patatas bravas acompañadas de una buena cerveza. Las patatas bravas pueden convertirse en un picoteo tirando a mediocre o ser un verdadero placer según cómo las preparemos. Y, aunque muchas veces se sirven acompañadas de mayonesa, lo cierto es que la receta original no lleva esta salsa.

Y no, las patatas bravas tampoco se elaboran mezclando kétchup y picante, ni salsa de tomate mezclada con tabasco. La cuestión de si lleva tomate o no genera hoy bastante debate, pero lo cierto es que si nos fijamos en la receta original, observamos que no hay ni rastro de este ingrediente, siendo los principales el aceite de oliva, la harina, el pimentón picante y caldo de ave o vegetal. Por tanto, ese color rojizo característico de esta salsa se lo aporta el pimentón.

Tan importante es la salsa como el tipo de patatas y la manera de prepararlas. Si quieres elaborar unas patatas bravas como una auténtica profesional, no te pierdas estos trucos.

La elección de las patatas y cómo prepararlas

Si quieres que te queden unas bravas perfectas, no elijas cualquier patata. Mientras que para cocer son más recomendables las blancas, para una receta como esta son mejores las de carne amarilla. Por ejemplo, la patata agria gallega. Una vez que las tienes, es importante no cortarlas en trozos demasiado pequeños, pues de lo contrario no tendrán demasiada presencia y el plato perderá gracia. Lo mejor es que queden a trozos irregulares cuyo tamaño se note bien cuando las llevemos a la boca. Se pueden hacer sin piel o con ella, pero siempre bien lavadas.

La clave de unas buenas patatas bravas es que estas tengan una textura suave por dentro y crujiente por fuera. Un truco para conseguirlo es confitándolas antes de freírlas. Para ello, cúbrelas con aceite en una fuente alargada y llévala al horno durante 30 minutos a 100º. Una vez confitadas, pon a calentar el aceite a 140 o 150º y cuando metas las patatas, sube la temperatura a 180 o 190º. ¡Notarás la diferencia!

Cómo cocinar la salsa

Para elaborar la salsa, en primer lugar hay que poner aceite de oliva en una olla junto con los ajos picados en trozos generosos. Si vas a añadir guindillas, acuérdate de quitarle las pepitas antes. A mitad de cocción, añade la cebolla, mejor roja, pues su sabor es más suave y además tiene un deje picante que le va perfecto a esta receta.

Después se añade el pimentón. Lo ideal es mezclar las variedades dulce y picante para que quede perfecto y cocinarlo todo no más de cuatro minutos. Agrega el vino blanco (¡no puede faltar!), deja evaporar dos minutos y añade el caldo de cocido. La clave, taparlo bien y dejarlo que se haga durante 30 minutos. Cuélalo todo, tritura... ¡y ya lo tienes!

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