En la bulliciosa década de los 80 en el barrio madrileño de Vallecas, Chema de Isidro era un adolescente inquieto y rebelde. Lejos de los libros de texto y las aulas, pasaba su tiempo en las calles con sus amigos. Aunque nunca se involucró en actividades delictivas graves, tenía un peculiar pasatiempo: robar discos de Queen y otros artículos de un hipermercado. Fueron tiempos tumultuosos en los que la droga causaba estragos en la comunidad.

Sin embargo, el destino tenía algo extraordinario reservado para Chema de Isidro. Un día, mientras veía la televisión, quedó cautivado por las habilidades de un renombrado chef llamado Iñaki Izaguirre. Este encuentro casual marcó un giro crucial en su vida, ya que Iñaki le ofreció una oportunidad que cambiaría su destino para siempre: "¿Te gusta la cocina dices? Pues entra".
Bajo la tutela de Iñaki Izaguirre, Chema de Isidro floreció como cocinero. Presentó programas de cocina, escribió libros, abrió restaurantes y se convirtió en el director de franquicias de una cadena de restaurantes. El éxito y el dinero estaban a su alcance, pero decidió dar un giro impactante a su vida al abrir una escuela de cocina.
Rápidamente, su escuela se convirtió en un refugio para jóvenes en riesgo de exclusión social. Jóvenes con problemas, involucrados en bandas o situaciones difíciles, encontraron en la cocina una forma de transformar sus vidas. Desde entonces, enseñar cocina se convirtió en la pasión de Chema de Isidro, quien ayudó a miles de jóvenes a encontrar un nuevo propósito.
Hace seis años, fundó la ONG "Gastronomía Solidaria", cuyo logotipo es una raspa de pescado, simbolizando "lo que nadie quiere". Sin embargo, su labor no estuvo exenta de desafíos. Cuando abrió el restaurante "La Cascada de la Raspa" en Trillo, Guadalajara, enfrentó dificultades. Un incidente de violencia entre dos jóvenes del proyecto generó rumores y hostilidad en la comunidad. La situación se volvió insostenible cuando desconocidos vandalizaron el restaurante.
A pesar de las adversidades, Chema de Isidro no se rindió. Cerró el restaurante y sigue buscando un nuevo lugar para continuar su misión: dar a los jóvenes la oportunidad de crecer y prosperar a través de la cocina.
La mayoría de los jóvenes que participan en su proyecto están exhaustos y desesperados. En muchos casos, tienen asuntos pendientes que los llevan a la cárcel, lo que socava sus esfuerzos por rehabilitarse. Chema de Isidro no busca subvenciones, ya que no quiere limitar sus programas por etiquetas ni restricciones. En lugar de eso, financia su labor trabajando, y está dispuesto a ayudar a cualquier joven que lo necesite, incluso visitando cárceles para impartir cursos de cocina.
El único delito que no admite en "Gastronomía Solidaria" es el de agresiones sexuales, ya que considera que debe ser tratado por profesionales especializados.
La confianza que Chema de Isidro genera en los jóvenes es inquebrantable. Su apariencia de rockero, su estilo y su forma de hablar les hacen sentirse comprendidos y aceptados. A pesar de las dificultades, nunca ha tenido problemas con sus alumnos, quienes saben que su compromiso es genuino y que los ama como un padre.
Chema de Isidro también es un firme defensor de su mentor, Iñaki Izaguirre, quien lo inspiró a seguir su camino en la gastronomía. Uniendo a maestros y alumnos, este chef vallekano ha creado un espacio de esperanza y oportunidad para jóvenes que, de otra manera, podrían haber quedado atrapados en un ciclo de difícil salida.