Acompañadme en esta triste historia. Así debería empezar estas líneas si fuera a compartir mi experiencia en un hilo de Twitter. Tendría que adjuntar, además, alguna foto en la que aparezca feliz en mi nueva casa recién estrenada y otra, de un año después, en la que esté con guantes hasta los codos y el bote sifónico en la mano. Menos mal que existe Internet para aquellos que no tenemos ni idea de fontanería básica… y que tampoco tenemos muchas ganas de saber demasiado al respecto. Fue en Google donde descubrí el invento que me ha permitido desatascar el desagüe de mis lavabos. Y sin recurrir a productos químicos. Te lo cuento, en primera persona y de forma distendida, por si a ti te puede ayudar también.
Resulta que a los pocos meses de estar vivienda en una casa nueva, los dos lavabos parece que están atascados. El agua se acumula en ellos. No tiene sentido porque tratamos de no dejar caer por el desagüe demasiados pelos y guarrerías varias que puedan atascarlos. Tenemos dos peques, pero tampoco han sido ellas las que los han atascado. Además, llevábamos diez años en otra casa y jamás se habían atascado los desagües del lavabo.

Sí se habían atascado los botes sifónicos, que tiene guasa que se llamen de una forma parecido a una de las palabras que más placer evoca en el cerebro, “sinfónico”. Por su parecido a nivel vocal y oral, que no semántico, me viene a la cabeza una orquesta sinfónica que suena de maravilla cuando pienso en un bote sifónico. Cosas incomprensibles de mi cerebro…
Tonterías aparte, lo primero que pensé al ver los lavabos (los dos que tenemos en los baños de casa) atascados al poco tiempo de mudarnos fue que habría material de obra en los botes sifónicos. Me equipé entonces para una de las tareas más desagradables que un ser humano cero manitas puede afrontar en su vida: abrir esas tapas que llevan a un universo inhóspito y muy desagradable. Cuando me asomo y veo que tienen agua y hay que meter la mano pienso que me va a salir un ‘Alien’ por ellos. O algo peor. Otra tara de mi cerebro, ¿no?

El caso es que después de ponerme guantes, remangarme hasta cortarme la circulación y poner cara de asco antes incluso de abrir la tapa, los dos botes estaban impolutos. Si acaso un poco de tierra de la obra, todavía reciente. Mi cara era un poema. ¿Cómo era posible que estuvieran atascados los lavabos y los botes tan limpios? Incluso a un ignorante de fontanería como yo le llevó apenas unos segundos pensar que el problema estaba en el desagüe.
Entonces, preguntando y buscando en Internet entendí que la mejor opción sería echar uno de esos productos químicos desatascadores que deben contaminar como un Seat Ibiza del 95. Lees su fórmula y si eres un poco hipocondriaco te dan ganas, cuando lo vas a echar en el lavabo, de ponerte un traje como los que se ponen los del FBI cuando quieren llevarse a ‘ET’.
Al no tener muchos más recursos y cero conocimientos, compré el producto (el más caro, por supuesto, pensando que es el mejor, un clásico del consumidor que no tiene ni idea de lo que está adquiriendo) y no hizo nada. Pero nada de nada. En ninguno de los dos baños.
Me parecía un poco ‘heavy’ tener que tirar ya de chequera llamando al fontanero, y tampoco tengo este oficio entre los de mis amigos y familiares. Lo más parecido que tenemos es a una persona que se dedica a las reformas integrales. Lo suficiente para saber mucho más que yo de fontanería básica. En cuanto abrió el mueble de los dos lavabos de casa y vio que los tubos del desagüe a la tubería eran estriados y en curva, tardó dos segundos en identificar que en ellos estaba el problema. Al parecer, y sin que sirva de argumento para generalizar, en esto sí que “lo de antes era mejor”, ya que se utilizaban tubos fabricados en materiales mejores. Si hay algún fontanero en la sala que me corrija y me ponga en mi sitio si me equivoco.
El caso es que esta persona me recomendó una especie de alambre fino y alargado para meterlo desde la parte del desagüe del lavabo y liberar así el tubo de lo que estuviera ocasionando el atasco. Yo pensaba que tendría que ir a una ferretería o un gran bazar con productos de este tipo a comprarlo, y cuál fue mi sorpresa que lo tienen hasta en Shein. Se llama cepillo de alcantarillado y cuesta un euro y medio. ¡La de tiempo que he perdido para que la solución la tuviera a dos clics y un euro y medio de distancia!

Lo compré, lo usé, sin necesidad de ponerme guantes y remangarme encima, y el agua vuelve a fluir por los lavabos de casa como si fueran fuentes ornamentales recién reparadas. La de tiempo y lío que podría haberme ahorrado de haber sabido de la existencia de estos cepillos desatascadores.
Moraleja: si te pasa algo parecido y necesitas desatascar el desagüe de casa de pelos y demás fluidos humanos, prueba antes incluso que los químicos este tipo de cepillos. No tienes nada que perder porque son muy baratos y, si no te sirven para esto, seguro que sí lo harán en otro tipo de atascos o limpiezas que tengas que acometer en el futuro.