El pasado 1 de noviembre en sus redes sociales, María Castro anunciaba, emocionada y presumiendo de barriguita, su tercer embarazo. Poco tiempo después, incapaz de guardar el secreto, desveló que el bebé que esperaba era una niña, la tercera, pues, junto a su marido José Manuel Villalba, ya son padres de Maia de siete años y de Olivia de tres.
Feliz de estar a punto de disfrutar de una preciosa familia numerosa, la viguesa va compartiendo la evolución de su embarazo, que ya está a punto de llegar a su fin.
A pesar de su avanzado estado de gestación, la actriz continua fiel a su cita diaria con La Promesa, donde interpreta a Pía Adarre, la amable y sufrida ama de llaves de la exitosa serie de época de TVE que acaba de cumplir 300 capítulos en emisión.

Su hogar está, ahora mismo, lleno de la energía de sus dos hijas y, encontrar el lugar y el tiempo necesario para estudiar los guiones no es tarea fácil. María aprovecha los viajes de ida y vuelta al rodaje, las pausas a la hora de la comida, e incluso durante el ritual de acostar a sus hijas, en esos momentos de espera mientras se duermen, para estudiar y repasar los textos de su personaje.
Hablando con ella de La Promesa nos describe a Pía, el ama de llaves del palacio, como un personaje empático, pero exigente con su trabajo y con el de los demás, que busca mantener un equilibrio entre el personal de servicio y los nobles. Destaca el placer de trabajar en una serie donde los decorados están tan cuidados y conectados, lo que da una sensación de autenticidad a las escenas.
Las grabaciones en el Palacio El Rincón, propiedad de Tamara Falcó por herencia de su padre, el Marqués de Griñón, añaden una dimensión extra de belleza a la serie, aunque a veces el frío nocturno presenta un auténtico desafío para el elenco. María se siente, además, muy favorecida con el vestuario de época de su personaje, que le recuerda a su abuela, que era también pelirroja y muy parecida a ella, y le hace sentirse conectada con su pasado.
Sobre el atractivo de las ficciones ambientadas en el pasado, reflexiona sobre la importancia de recordar de dónde venimos para entender y valorar el presente. Y aunque no ha visto Downton Abbey, pues consume muy poca televisión por motivos de agenda, aprecia las comparaciones con ella como un elogio al nivel de calidad que la serie puede alcanzar.

Por último, comparte su entusiasmo por trabajar nuevamente con Antonio Velázquez, con quien ha compartido pantalla en varias ocasiones, primero en SMS sin miedo a soñar, luego en Sin tetas no hay paraíso, Tierra de lobos y ahora, en La Promesa y destaca la química y la complicidad profesional entre ambos.