A muchos les sonará esta idea de una película que tuvo cierto éxito hace unos años (interpretada por Kevin Spacey, Helen Hunt y Haley Joel Osment). Aparte de la sensiblería o no del film, lo cierto es que la idea era muy buena y puede llevarse a cabo. ¿Por qué no? El sistema es simple: tú ayudas a tres personas en algo que no pueden lograr solas y en vez de devolverte el favor, cada una de ellas debe ayudar a otras tres y así indefinidamente, hasta crear una cadena de buenas acciones que no tenga fin.
Una estructura piramidal adaptada a la solidaridad
La idea de la cadena de favores se basa en la estructura de los negocios piramidales pero adaptada a un fin mucho más solidario. La idea consiste en hacer un favor a tres personas y pedirles que a cambio cada uno de ellos le haga un favor a otros tres y pedirles sólo lo mismo, que sigan la cadena. Así sucesivamente hasta llegar a un nivel donde el incremento geométrico de favores y buenas intenciones logren mejorar el mundo. Es decir, cuando alguien te haga un gran favor no se lo devuelvas a él directamente, pásalo.
De este modo, la estructura piramidal aplicada a la mejora del mundo se dispersa infinitamente. Pero atención, el favor no debe ser el típico ‘echar una mano’ que le haríamos a cualquiera, tiene que ser algo que no haríamos habitualmente, algo que implique un esfuerzo más espiritual o moral que físico. Por ejemplo, hacerle el favor a alguien que no nos cae bien o con quien estamos enfadados, o hacerle el favor a un completo desconocido.
Para hacer los tres favores no hay límite de tiempo y el favor puede ser de cualquier tipo, unas veces será un favor monetario, otras veces será ayudar a alguien en un momento determinado, otras veces ofrecer nuestro trabajo...
Si todos seguiéramos la cadena de favores al final nos estaríamos haciendo favores los unos a los otros continuamente ¿Utopía?, tal vez a nivel mundial y de momento sí, pero merece la pena intentarlo al menos en nuestro entorno familiar o laboral, ¿no?
En definitiva, esta idea de la cadena de favores trata sobre la gratuidad, sobre el dar sin recibir nada a cambio. Habla de la capacidad del hombre para domar las circunstancias que le rodean; en fin, sobre la libertad y el bien.
- Implicación emocional. Al meternos en una cadena de favores nos implicamos nos solo ofreciendo nuestro trabajo, nuestra comida, nuestra fuerza, nuestra inteligencia, etc. (lo mejor que tengamos para ofrecer), sino que nos implicamos emocionalmente. Es difícil. No se puede planear. Hay que cuidar más de la gente, amar a las personas y protegerlas porque no siempre ven lo que necesitan. Es una gran oportunidad de arreglar algo que no sea un grifo o un coche. Se puede arreglar a una persona y eso es fantástico.
- Irreversible. Este plan para cambiar el mundo, como todo ‘efecto dominó’, se caracteriza por su irreversibilidad, e implica una dispersión cada vez mayor de las buenas acciones, ampliando progresivamente el número de beneficiarios.
La suerte tiene el poder de transformar nuestras vidas y, en contra de lo que creemos, no sólo depende del destino. Nosotros podemos trabajarla con técnicas y ejercicios.
No olvides que: las personas con suerte propician su buena estrella con una actitud psicológica que crea buenas oportunidades (generosidad, entrega, amor...), suelen seguir los dictados de su corazón (las típicas ‘corazonadas’) y son positivos al encarar las adversidades.