Consolar es mucho más que dar un abrazo y lanzar una frase bonita. Y, como todo en esta vida, se puede hacer por cumplir, o esforzarse para consolar bien y que tenga un efecto positivo. Para saber cómo llevar a cabo esta misión de forma efectiva, hemos hablado con Ana Suárez de la Fuente, psicóloga y directora de la Clínica de psicología ME.
Ella nos dice que hay un paso que es básico: “Conocer que el objetivo es el acompañamiento y la acogida de las emociones de la persona que nos está narrando sus emociones. Subrayo, conocer, que no es lo mismo que dar la solución al otro, sino, simplemente, acompañar y acoger a la otra persona. La empatía, sin juzgar, la validación emocional y el simple acompañamiento son variables necesarias en este momento”.
Rodearnos de personas que puedan consolarnos y acompañarnos en los momentos más complicados puede marcar una importante diferencia en el proceso personal al que debemos enfrentarnos en estas situaciones. Tanto es así que, según un experto en felicidad de Harvard, para ser feliz hay que tener dos personas a las que llamarías en mitad de la noche.
Saber escuchar
Parece algo muy sencillo, pero no lo es. De hecho, no todos sabemos escuchar o hacerlo de forma activa cuando es necesario. “La escucha activa es una escucha con atención, mirándola a los ojos, sentándonos junto a ella y, dependiendo del vínculo, cogiéndola de la mano y/o abrazándola. Lo más importante es que la persona se sienta escuchada, frases como “te escucho”, “entiendo que esta situación está siendo difícil para ti”, “qué bien que me puedas contar lo que te pasa” o “¿qué necesitas?”, son importantes para crear un ambiente de escucha que permita a la persona sentir que está en un espacio seguro donde realmente se validan sus emociones, es decir, donde sus emociones son escuchadas y reconocidas por el otro”, aclara la psicóloga.

En muchas ocasiones, ni siquiera hay que hablar. La otra persona no necesita un consejo, una resolución o una frase hecha porque nada de eso va a aliviar su dolor. Por eso, tal y como nos señala la experta, “es importante que, si no sabemos qué decir, porque en ese momento no nos salen las palabras adecua das, entendamos que lo mejor es no decir, y lo sustituyamos por un simple -y a la vez enriquecedor- acompañamiento físico de la persona”.
Otro aspecto que hay que comprender es que abrirse no siempre es fácil. Cuando una amiga o ser querido decide contarte o expresar lo que siente, es porque en ese momento, a tu lado, se siente segura o siente la necesidad de hablar. Teniendo esto presente, nos debemos sentir afortunados de contar con esa confianza y, a la vez, saber que se trata de un momento en el que la otra persona se siente tremendamente vulnerable, lo que nos obliga a estar mucho más atentos a nuestras palabras.
Sin miedo al silencio
Es irremediable sentir cierto “pánico” al silencio. A ese momento en el que no sabes qué decir y la otra persona ya ha soltado todo lo que tenía dentro. Además de las palabras, hay muchos gestos que ayudan a reforzar nuestro papel en ese instante.
“Lo más importante es que se sienta acompañada cuando nos sentamos cerca de ella, cuando nos inclinamos hacia ella en posición de escucha y cuando establecemos un contacto ocular. En situaciones donde la emoción es intensa y a la persona se le quiebra la voz o incluso llora, un simple abrazo es suficiente para que se sienta acogida y pueda desde ahí regular esa emoción, puesto que esa emoción está siendo visible por otro y validada”, destaca Ana Suárez al hablar sobre la importancia del contacto físico.

Lo que no hay que hacer
Ana lo tiene claro: “Lo más importante es no opinar, no dar soluciones, no minimizar ni ridiculizar las emociones que el otro está sintiendo. Ver y escuchar a una persona que nos está trasladando sus emociones, a veces nos pone en una situación incómoda por no saber qué hacer y cómo resolver esa situación. Por esto, muchas veces minimizamos esa emoción o la evitamos intentando que esa persona deje de sentirla, pero esto no ayuda ni acompaña, sino que lo empeora”.
Es muy importante tener en cuenta que en ese momento estamos siendo un lugar seguro para esa persona, y esto puede demostrarnos la importancia que tenemos en su vida. De hecho, tal como hemos visto en otras ocasiones, la psicología descubre que desahogarte con alguien es una potente herramienta para estrechar los vínculos de amistad. “Todos en algún momento nos hemos sentido tristes, nerviosos, perdidos y vulnerables, y poder compartirlo con otra persona que no te va a juzgar por ello, ha sido liberador” nos recuerda la psicóloga.