Las malas costumbres al volante pueden perjudicar a tu coche. Soluciónalas y lo conducirás mucho más tiempo.
No pises el acelerador a fondo nada más encender el motor, porque éste todavía no ha alcanzado la temperatura adecuada para funcionar y puede desgastarse; además, supone un gasto absurdo. Debes conducir de forma suave durante unos minutos para que el motor se caliente.
Sí ejerces una ligera presión, aunque no te des cuenta, sobre sus engranajes y rodamientos, lo que provoca que se desgasten prematuramente. Este mal hábito puede hacer que nos cueste más meter una marcha o que ésta se salga de su sitio. Además, por motivos de seguridad, las dos manos deben estar en el volante.
Si lo utilizas como reposapiés o lo mantienes pisado cuando estás parada, con la primera metida, lo desgastarás. Apoya el pie en el espacio diseñado para ello y, cuando esté el coche parado, mantén la caja de cambios en punto muerto y el pedal del embrague sin pisar hasta que reanudes el movimiento.
Repostar cuando la reserva está casi agotada hace que el depósito se vaya llenando con los sedimentos que se van formando en el fondo. Y eso, con el tiempo, atasca partes de la bomba de combustible (sustituirla es caro) y daña los filtros e incluso los inyectores; o sea, que estropea el motor. ¡Reposta antes de llegar a la reserva!
Con este tipo de conducción ahorramos combustible, pero si la elegimos todo el tiempo podemos dañar el motor por la acumulación de carbonilla en la válvula EGR (en los coches diésel) o en el catalizador (en los de gasolina). Lo ideal es alternar una conducción más ‘calmada’ con otra más ‘viva’, llevando el motor a revoluciones más altas. Es lo que los expertos llaman ‘que el coche estire las piernas’.
¿Sabías que no debes parar el motor de golpe después de subir una montaña o de circular por autopista (por ejemplo, al llegar a una vía de servicio? Espera un minuto para que el aceite caliente acumulado en la turbina no se carbonice.
