Autor: Elba Simón.
El secreto de esas sonrisas perfectas que tienen muchas personalidades está en las carillas. De diferentes tipos, no solo embellecen la dentadura, también la protegen de ácidos y otras agresiones.
¿Qué son?
Ni más ni menos que “unas láminas cosméticas de cerámica que cubren la parte visible del diente”, explica el doctor Carlos Saiz, director de la clínica dental Carlos Saiz, en Barcelona, “para conseguir el color y la forma deseados sin tener que rebajar el esmalte”.
Conocidas también como facetas dentales, las carillas son unas láminas muy finas que se pegan en la parte más externa de los dientes mediante un cemento o resina especial; vamos, algo así como una bonita pegatina frontal que mejora la cara visible del diente. Por eso, son sobre todo un tratamiento estético, que debe descartarse en caso de que existan otros problemas bucodentales, ya que las carillas no los solucionarían. Todo lo contrario: los enmascararían.
No solo es cuestión de color (para eso ya existe el blanqueamiento dental). Las carillas dentales pueden usarse además en todos estos casos: cubrir dientes rotos o estropeados por el paso del tiempo y espacios interdentales; corregir formas (si un diente es demasiado corto o está desalineado con el resto); agrandar (solucionan aquellos casos en los que los dientes son muy pequeños), etc.
Depende del tipo de carillas que sean. En el mercado las hay, sobre todo, de dos tipos:
- Convencionales: más económicas, suelen ser de composite (resina sintética), con lo que es necesario trabajarlas y moldearlas sobre el diente. Como es necesario tallar el diente, se utiliza anestesia. Primero se disponen unas provisionales y luego otras más gruesas, para reponer la estructura dental que se ha eliminado. Suelen colocarse una a una, por lo que el tiempo es mayor.
- Patentadas por clínicas: “Para éstas no se necesita tallado ni carillas provisionales. Además, no dañan el esmalte ni las encías. En una sola sesión se fijan, sin necesidad de anestesia, ya que no provocan dolor”, agrega Saiz. Pueden colocarse mediante una férula que permite colocar hasta diez carillas a la vez. ¿Lo malo? El precio. Cada una ronda los 500-650 €.
Una de las ventajas de las carillas es que no son permanentes, para toda la vida. “Es un tratamiento renovable, pueden mantenerse durante el tiempo estipulado y después quitarse y renovarse, sin riesgo de que el diente esté dañado”, indica el doctor Saiz. “Para ello, lógicamente, hay que realizar revisiones periódicas en las que vamos comprobando el estado de la carilla y del diente”.
“Las carillas dentales pueden ponerse a cualquier edad, siempre que se tenga ya la dentición permanente. Y no provocan ningún daño en el diente (se colocan sobre su superficie sin necesidad de tallarla). Eso sí, hay que acudir a profesionales y buscar siempre referencias de los tratamientos, porque existen muchos. Con el paso de los años, sirven de protección al diente porque actúan como un escudo protector frente a ácidos, tinciones y otras agresiones. Y además se pueden retirar cuando queramos, sin problema alguno”.