Cómo evitar que tus hijos te saquen de quicio

La receta para combatir nuestro mal humor pasa por aprender a relajarnos, pero también por imponer a nuestros hijos ciertas normas y límites.

Existen muchos motivos por los que perdemos los nervios delante de nuestros hijos. “Algunos son bastante evidentes (como el cansancio acumulado tras una jornada laboral de infarto) y otros no tan obvios, como frustrarnos por tener que lidiar con una personita que no sabe gestionar todavía sus emociones y que nos agobie no poder razonar con ella”, explica Carla Naumburg, escritora y trabajadora social clínica. 

Sea cual sea el motivo, siempre existe una vía para no acabar así y también para mejorar la conducta de nuestros pequeños.

Aunque no hay un método infalible para impedir que nuestros hijos nos saquen de nuestras casillas, sí podemos reducir la frecuencia y la intensidad con la que sucede. 

Madre e hija enfadadas

Para empezar, debemos intentar que los pequeños tengan sus necesidades básicas cubiertas: que hayan comido y dormido bien. Un niño cansado y hambriento estará más irascible y nos irritará con mucha más facilidad.

Por otro lado, los padres tenemos que aprender a controlar nuestro temperamento. Los adultos nos pasamos el día corriendo y transmitimos ese ritmo hiperactivo a nuestros hijos.

Con nuestra conducta les estamos educando en la ansiedad y el estrés y, sin embargo, cuando les vemos revolucionados, nos sorprendemos y nos atacamos por ello. Solo relajándonos nosotros conseguiremos que lo hagan también ellos.

Muchos niños se enfadan cuando no consiguen lo que quieren. La causa más común de que esto ocurra es que no se les ha enseñado a tolerar la frustración. Recuerda: no tengas miedo a decirle ‘no’ a tu hijo. Al principio puede actuar ante esa negativa con gritos o patadas que te alterarán, pero a la larga aprenderá a reconocer dónde están sus límites y a aceptarlos sin montar un drama (ni alterarte).

Hay que enseñarle también a que acepte los imprevistos, a que sepa enfrentarse de forma positiva a los problemas, y esto pasa por que nos vea a nosotros asimilando con buena actitud cualquier contratiempo. 

En muchas ocasiones, el comportamiento que nos saca de quicio de nuestros hijos es fruto de no haber sabido inculcarles una serie de normas, límites y valores en su momento.

Los comportamientos que aprenden los hijos son imitaciones de lo que ven que hacen los adultos. Para conseguir que desarrollen su madurez emocional, es imprescindible que los padres también cultivemos la afectividad. 

Un padre tratando de hablar con su hija

Tenemos que ponernos siempre en su lugar, escucharlo y ayudarle a canalizar sus emociones, pero también corregirle cuando cometa un fallo y decirle que no cuando siempre que sea necesario. 

Debemos tener siempre presente que el pequeño aprende a expresar y reprimir sus emociones de sus padres y del mundo que le rodea. Un comportamiento agresivo por nuestra parte solo provocará que nuestro hijo canalice de la misma manera su descontento ante cualquier obstáculo (no solo de niño sino también en su vida adulta).

La escritora y trabajadora social Carla Naumburg da las pautas para prevenir, desde el mindfulness, no solo las pataletas de nuestros hijos sino también las nuestras. En su libro 1,2,3, ¡Respira! (Ediciones B), ofrece soluciones para ayudar a padres e hijos a gestionar mejor el estrés, las emociones difíciles y los problemas de atención que nos surgen a diario con juegos, actividades y ejercicios. Una guía práctica y fácil de comprender para restaurar la paz en el a veces complicado entorno familiar.

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