Las noticias sobre la vacuna contra el colesterol se amontonan en titulares durante las últimas semanas. Hace apenas unas horas se ha hecho público un estudio de la facultad de Medicina de la Universidad de Nuevo México del desarrollo de unas vacunas “baratas” para reducir el colesterol LDL, conocido popularmente como el “malo” —HDL son las siglas del “bueno”—, con buenos indicadores en animales pero todavía sin estudios en seres humanos. Sin embargo, la noticia más sonada sobre la cura del colesterol malo saltó a la primera plana hace un mes, cuando se conoció que el Gobierno de España empezó a financiar una mal llamada vacuna contra el colesterol.
Decimos que está mal que la llamemos vacuna porque no es preciso, ya que el Leqvio, que es como se llama el medicamento que ya se financia en España para determinados pacientes que tienen disparado el colesterol malo, no es una vacuna, sino un fármaco que se suministra inyectándolo.
El ministerio de Sanidad aprobó en el mes de septiembre financiar fármaco inyectable que reduce los niveles de colesterol en sangre mediante una tecnología basada en ARN mensajero, nomenclatura que te sonará del Covid-19, si bien es distinto el mecanismo al de las vacunas de este virus que marcó nuestras vidas durante dos años.
Pero el Leqvio no es una vacuna contra el colesterol, tal y como insisten los especialistas médicos: “Es un medicamento que se inyecta de forma subcutánea, como muchos otros medicamentos, pero eso no lo hace una vacuna”, explicó recientemente en Newtral.es Manuel Anguita, portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

No es para todos los pacientes
El nuevo fármaco aprobado por el ministerio de Sanidad se administra con dosis semestrales, si bien se inyectan dos al comienzo del tratamiento con un espacio de tiempo reducido a los tres meses. Cuando se inyecta, se deja de producir la proteína y los receptores disminuyen los niveles de colesterol en sangre. Lo consiguen, según Novartis, empresa que ha desarrollado la no vacuna contra el colesterol, de forma sostenida en el tiempo en un 54% de los pacientes con enfermedad cardiovascular.
Este detalle es importante en la historia porque, pese a la gran cantidad de personas que tienen el colesterol malo alto, este es un fármaco inyectable al que no pueden acceder todos los pacientes. En concreto, solo se administra a personas que tengan enfermedades cardiovasculares derivadas de sus cifras de colesterol en sangre que no puedan bajar (el malo) por debajo de los 100 mg/dl con los tratamientos ya disponibles y con hábitos de vida saludables.
Estos pacientes compatibles con el fármaco tienen alto riesgo cardiovascular y no funciona en ellos para disminuir los niveles de colesterol LDL tratamientos clásicos como el de las estatinas o los tratamientos orales.
Cabe recordar que el colesterol alto o hipercolesterolemia es uno de los factores de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. No en vano, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas patologías, muchas de ellas vinculadas a los niveles de colesterol LDL en sangre, provocan 18 millones de muertes al año.