Vivir en un piso pequeño tiene muchas ventajas: menos que limpiar, todo está cerca, y con poco puedes conseguir espacios muy acogedores. Pero también tiene una gran trampa: como te descuides, el desorden se apodera de ti en tiempo récord. Basta con dejar una chaqueta sobre la silla, un par de bolsas en la entrada y una taza sin lavar… y ya parece que ha pasado un huracán. Durante años he intentado aplicar métodos de organización que veía en libros o en redes sociales. Probé el minimalismo extremo, las cajas con etiquetas, el doblado vertical y hasta llevar un cronograma semanal de limpieza. Spoiler: no funcionó. O solo lo hacía durante dos días. Me agotaba más el orden que el desorden.
Así que empecé a fijarme en lo que realmente me ayudaba a tener la casa más o menos bajo control, sin renunciar a vivirla. Y encontré un sistema que no es perfecto, pero funciona. No me hace falta tener todo ordenado todo el tiempo, solo necesito no sentirme agobiada por mi propio espacio. Mi método no va con reglas estrictas. Pero me permite tener una casa donde puedo respirar, moverme y disfrutar sin estar pensando en dónde van las cosas todo el rato. Y sobre todo: sin tener que vivir para mantener el orden.
1. Todo tiene un sitio (aunque sea un cesto)

No tengo sitio para grandes muebles ni para crear un rincón específico para cada cosa. Pero sí me he dado cuenta de que, si algo no tiene un lugar asignado, va a terminar siempre en medio. La clave es sencilla: todo lo que usas a diario debe tener un lugar fácil y rápido. Un gancho para el bolso, una estantería para los libros, un cajón para los cables... No hace falta que sea bonito, solo que sea funcional. Pero si es ambas cosas, mejor que mejor.
2. Ordenar 3 minutos antes de dormir

Antes de acostarme, hago un mini recorrido por la casa. No para limpiar, sino para devolver a su sitio las tres o cuatro cosas que han quedado fuera de lugar. Doblo la manta del sofá, llevo los vasos a la cocina, cuelgo la chaqueta... Tardo menos de cinco minutos y al día siguiente, todo empieza más limpio visualmente. Me da paz. Y eso, en pocos metros cuadrados, vale oro. Os proponemos también leer el método de orden exprés de Marie Kondo para mujeres sin tiempo.
3. No acumulo cajas, solo las justas

Una trampa muy común cuando intentas mantener el orden es creer que necesitas más cajas o más cestas. Y, con el tiempo, aprendí que eso también ocupa espacio. Prefiero tener pocos organizadores, pero que realmente se adapten a mi rutina. Una caja debajo de la cama para ropa de otra temporada, una bandeja para el tocador, una carpeta para papeles importantes. Lo demás, fuera. Por ejemplo, ya os hablé de este mueble con compartimento secreto mantiene mis joyas y accesorios en orden mientras aprovecho al máximo el espacio en mi dormitorio.
4. El espacio vacío también cuenta como orden

A veces sentimos que tenemos que aprovechar cada rincón. Pero vivir en un piso pequeño me ha enseñado que dejar espacios vacíos es igual de importante. Un estante medio libre, una encimera despejada o una repisa sin llenar hasta el borde dan sensación de orden aunque no hayas hecho nada. Respirar también es parte de organizar.
5. No me obsesiono

El mayor cambio llegó cuando dejé de exigirme tener la casa perfecta. Ahora tengo un orden funcional, no estético. No doblo calcetines en rollito ni etiqueto todo por colores. Pero tampoco me siento mal si un día dejo la cama sin hacer o si hay platos en el fregadero. Mi casa es para vivirla, no para que parezca una exposición. Y ese, para mí, es el verdadero equilibrio.