En un mundo donde la agitación diaria puede desafiar nuestro equilibrio interno, el yoga se erige como una poderosa herramienta para encontrar serenidad en medio del caos.
Este antiguo arte de bienestar no solo es una práctica física, sino que fusiona el cuerpo y la mente para lograr una armonía completa. En este artículo, exploraremos los profundos beneficios del yoga, desde el control emocional hasta un sueño reparador, revelando cómo esta disciplina ancestral puede convertirse en una aliada transformadora para nuestro bienestar físico y emocional.
Primeros pasos
Las posturas de yoga requieren que controles tu cuerpo y tu mente, te aportan calma, equilibrio mental. 15 minutos de silencio (ambiental y cerebral) al día... Solo con pensarlo, ¡ya es relajante!
Aunque siempre es mejor iniciarse con un profesional cerca (no olvides que, si haces alguna postura mal, puedes hacerte daño) la profesora de Zagros Sports, Esther García-Daya, nos enseña las posiciones más básicas para que puedas empezar a practicar desde ya en casa. Te lo aseguramos: le cogerás el gusto y querrás hacerlo a la perfección.Recomendación: escoge un lugar tranquilo, sin ruidos, sin distracciones (teléfonos sonando, televisión u ordenador encendidos...) y que te aporte paz. Ambiéntalo a tu gusto, por ejemplo, puedes incluir velas, incienso, música relajante... Cualquier cosa que te haga evadirte del estrés diario.

Postura de la Montaña
Postura de la montaña o Tadasana: de pie con los hombros relajados, debes juntar las manos en el pecho con la columna recta y mirando al frente. Al respirar se expande el pecho y se abren los hombros, dando sensación de amplitud. Cierra los ojos y haz 10 respiraciones lentas y profundas. Así, se toma conciencia del cuerpo y se inicia la relajación.

Postura del árbol
Postura del árbol o Vrksasana: desde la postura de la montaña, lleva la mirada a un punto fijo para buscar el equilibrio y sube el pie izquierdo hasta la parte interna del muslo derecho, con los dedos del pie apuntando hacia el suelo. Mantén la postura durante 30 segundos y luego cambia de pie. Esta asana aporta concentración y mejora el equilibrio físico y mental.

El Guerrero
El guerrero o Virabhadrasana I: una vez más, desde la asana inicial de la montaña, separa las piernas alrededor de un metro de distancia. Con los talones alineados hacia derecha o izquierda, flexiona la pierna delantera y estira los brazos por encima de la cabeza, hacia el cielo. Sostén la postura durante 10 segundos y repite con el lado contrario. Con esta asana se fortalecen las piernas, los hombros y la espalda. Se mejora también la postura, elemento clave para afrontar las horas de trabajo o clase.

Perro cabeza abajo
Perro cabeza abajo o Adho Mukha Svanasana: consiste en formar una 'V' invertida con el propio cuerpo. Empieza a cuatro patas sobre el suelo con la espalda recta, las manos debajo de los hombros y las rodillas justo debajo de las caderas. Levanta la cadera y estira las piernas. Los dedos de la mano han de estar bien abiertos para dar una base sólida. De esta forma se estiran hombros, muslos y pantorrillas, además de fortalecer piernas y brazos.

Torsión
Torsión o Ardha Matsyendrasana: desde el suelo, sentada con las piernas estiradas y la espalda recta, lleva la pierna izquierda doblada sobre la pierna derecha. Pega el muslo del pie izquierdo al abdomen tanto como te sea posible. Debes mirar por encima del hombro derecho y respirar profundamente. Con esta postura se genera un movimiento sobre la columna vertebral que permite que las vértebras se oxigenen, manteniéndola en forma. Cuando la columna gira y se acompaña el movimiento de una respiración profunda y consciente, la sangre llega mejor a los diferentes órganos. Se alivia así la tensión en la zona abdominal, mejora la flexibilidad del diafragma y ayuda al tránsito intestinal.

Relajación
Postura de relajación o Savasana: para terminar la sesión, lo mejor es una postura que relaje el cuerpo, la mente y el espíritu. Túmbate sobre tu espalda, separa brazos y piernas y cierra los ojos. Relajada, alejada del cuerpo. Respira lenta y profundamente con los ojos aún cerrados, sintiendo cómo el oxígeno entra por tu nariz y va limpiando cada parte de tu cuerpo. Tu interior se vuelve blanco con cada respiración y suelta negro (estrés, negatividad) cada vez que exhalas.Es una posición de receptividad que tiene como objetivo relajar la mente y llenarnos de energía y vitalidad.
