Mi hija es mi mejor amiga

Intentar ser colegas, buscar el tú a tú o confundir confianza con complicidad puede crear dependencias y confusión de roles.
Mi Hija Es Mi Mejor Amiga

Intentar ser colegas, buscar el tú a tú o confundir confianza con complicidad puede crear dependencias y confusión de roles que, lejos deacercarnos, nos alejen. Descubre qué papel es el tuyo. La psicóloga te da las claves.

Hay que aprender a ser madre

“Cuando alguien arrastra dificultades o traumas, no puede responder con habilidad ante sus hijos. Muchas madres son niñas adultas y, aunque actúen de forma bienintencionada, no ejercen su papel, y la crianza se convierte en una pesada carga. A veces, para resolver estos conflictos, se necesita acudir a psicoterapia, explica Victoria Cadarso, psicóloga de Madrid.

“Quiero que piense que soy guay, que la escucho y entiendo...”. Ya sea como deseo inconsciente o como firme propuesta, lo cierto es que las madres quieren cambiar esa imagen autoritaria y represora -que quizás apreciaron en las suyas- por una tan cercana que, a veces, se convierte en una peligrosa trampa. ¿Cómo no confundirnos? Pensando que somos un modelo a copiar. Los hijos necesitan una referencia coherente, clara y predecible que les haga sentirse seguros y confiados. “Una persona que les proporcione cariño, cuidado, nutrición (en el sentido de que les dé de comer, les asee, les ayude a descansar) y que, a medias con el padre, los proteja, les marque límites y los oriente”, precisa Victoria Cadarso, psicóloga de Madrid

No es una realidad factible. Piensa que los fines son distintos. Los padres tienen una función: forman y educan para que se vaya construyendo una identidad o personalidad, mientras que el amigo no. “Éste es un igual y establece una relación recíproca. Una madre es familia, y la familia tiene otras reglas de respeto, lealtad y pertenencia”. Entender esto es crucial para no confundir ni confundirnos. Una mala interpretación de la situación puede generar conflictos. “Convertimos a los hijos en cuidadores o por el contrario intentamos ganárnoslos haciendo de servidores”. También se pueden crear dependencias emocionales. “Por ejemplo, cuando creemos que los hijos nos ‘deben  la vida’ y demandamos ser lo primero y no dejamos que afiancen otros vínculos afectivos (con sus propios hijos, con su marido...)”.

Quitarse años para parecer más joven, intentar ‘whatsappear’ con ella en su mismo lenguaje o trivializar sus temas íntimos buscando cercanía no son buenas ideas. El rol del padre o madre no es el de un aliado. Un amigo es aquel con quien compartes problemas, ilusiones e inquietudes. “Te quiere y te tiene en cuenta, pero no tiene ninguna responsabilidad hacia ti”. Sin embargo, una buena madre te apoyará toda la vida y te va ayudar a convertirte en un adulto independiente y capaz, que se vale por sí mismo.

Está claro que al principio no hay igualdad entre madre e hija. La relación es asimétrica, pero con el paso del tiempo, cuando ambas son adultas, ésta puede cambiar. No hay una edad determinada para que ocurra, depende mucho de cómo ha ido madurando el vínculo. “En principio, tu hija será un adulto legal a los 18 años, tendrá deberes y obligaciones; entonces se podría establecer una relación de igual a igual, pero puede que ella no haya madurado lo suficiente y que aún sea dependiente emocionalmente”. Respeta sus emociones sin trivializarlas ni magnificarlas y toma estos momentos como una oportunidad para brindarle apoyo.

Puede reconducirse si sigues ciertas claves. Primero, haz que perciba que la tratas con aprecio, que está protegida y apoyada. “Escucha sus necesidades, marca límites, pero deja espacio para que actúe con libertad”. También es importante respetar sus deseos. “Sobre todo cuando son personas adultas emancipadas, la negociación y el acuerdo son vitales. Y recuerda que desde el amor y el cariño se pueden conseguir muchas cosas, pero desde la represalia y la manipulación solo se cosecha dolor.

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