Nectarinas, albaricoques, paraguayas... guía rápida para no perderte en la frutería este verano

Si hay una “familia” de frutas de verano donde la confusión se apodera del consumidor es la de las drupas.
Nectarinas, albaricoques, paraguayas... guía rápida para no perderte en la frutería este verano

Puedes pensar a priori que es imposible perderse en una frutería en verano porque las sandías y los melones son inconfundibles, seguramente dos de las frutas más características de nuestra gastronomía estival. ¡Cuántas comilonas familiares después de una mañana de playa y piscina han acabado abriendo una de estas dos frutas!

Su protagonismo, su presencia y también su tamaño, por qué no decirlo, generan una larga sombra en la que se cobijan otros manjares vegetales propios del verano. Y en este terreno ya no es tan fácil manejarse, como vamos a demostrarte a continuación.

Por un lado, tenemos a las brevas y los higos, dos frutas que siguen generando muchísima confusión entre un porcentaje alto de la población. De ambas variedades, que en realidad comparten origen, te hablamos largo y tendido, pero a grandes rasgos te diremos que la breva son higos no madurados de la temporada anterior, de ahí que broten a finales de la primavera y apenas alcancen los primeros días del estío en las fruterías, y los higos son propios del último tercio del verano.

También te sorprenderá ver aguacates de origen español en las fruterías durante los meses de calor. El motivo no es otro que el cultivo de esta fruta en parte del corredor mediterráneo, sobre todo en la provincia de Málaga pero también últimamente en otras regiones, como es el caso de la Comunidad Valenciana. El aguacate nacional se recoge en verano, por lo que se le puede considerar una fruta de proximidad en esta época del año.

Ocurre algo parecido con las fresas de verano. Habitualmente asociamos esta fruta exclusivamente a la primavera porque el fresón es cuando acapara buena parte del espacio de las fruterías y porque algunos lugares de cultivo de fresas de máxima calidad como Aranjuez empiezan la recogida en mayo aproximadamente, pero lo cierto es que en España el cultivo de la fresa de verano está cogiendo protagonismo de nuevo.

Solo hay que ver los lineales de los supermercados para comprobar que, efectivamente, hay fresas durante el tramo inicial del verano. Su procedencia es el centro de la Península sobre todo. Por ejemplo, Segovia. Pero también en Madrid se cultivan y en otras áreas de la meseta. Un ejemplo magnífico son las fresitas silvestres -no todas lo son, de hecho es poco habitual que sean silvestres todavía- de La Huerta de Carabaña, en Madrid, que se pueden degustar al final de la primavera y comienzos del verano.

Las drupas, frutas carnosas con semilla interior

Si hay una “familia” de frutas de verano donde la confusión se apodera del consumidor esa es la que está englobada por variedades como el melocotón, la nectarina, la paraguaya (o paraguayo), la ciruela, el albaricoque y la platerina. ¿Las conoces todas a simple vista?

Seguramente el melocotón, la nectarina y el albaricoque, sí. El primero es inconfundible por su tamaño más grande que el resto de variedades citadas y, sobre todo, por su piel áspera. De colores que varían entre los rojizos y el amarillo, es típicamente veraniego -en España se cultiva también el valoradísimo melocotón de Calanda en otoño, en la zona del Bajo Aragón- . De forma redondeada, tiene un sabor jugoso pero más firme y consistente que la nectarina, que tiene más agua en su composición.

Esta es la variedad de fruta más parecida al melocotón pero suelen ser un poco más pequeñas -no siempre, cuidado- y, aunque la tonalidad puede llevar a confusión, su piel es suave y lisa, por lo que es sencillo distinguirlas. A diferencia de lo que mucha gente cree, el origen de la nectarina es remoto, pero sí se sabe perfectamente que es el nectarino el árbol del que brota, por lo que no se trata de un cruce de dos variedades, sino de una variedad del melocotón surgida por mutación natural.

En cuanto a su sabor, mezcla notas amargos y ácidos con un dulzor natural muy característico, y es una fruta muy jugosa si se consume en un estado óptimo de madurez. Por textura, se parece más a la ciruela que al melocotón, que es más firme, como decíamos anteriormente. España es uno de los países de la Unión Europea donde más se cultiva, sobre todo en la mitad este del país.

También procede de un árbol de la familia de las Rosáceas -el albaricoquero, en concreto- el albaricoque, otro fruto con hueso propio del verano. En este caso, se trata de un alimento de color amarillo pálido o anaranjado con alguna sombra roja cuya pulpa es jugosa y fibrosa. La consistencia es harinosa, alejándose en este sentido del melocotón, fruta de la que se distingue a simple vista por su tamaño, mucho más pequeño en el caso del albaricoque. Esta se puede consumir fresca, en solitario, pero se utiliza también para hacer salsas, cremas y compotas, entre otras elaboraciones.

Una cuarta fruta con hueso englobada dentro de las drupas, frutos carnosos con semilla interior, es la ciruela. Seguramente es la que mejor se diferencia del resto porque sus colores varían más: se pueden encontrar verde, amarillas, rojas y negras. El motivo es que procede de dos tipos de ciruelos, el europeo y el japonés.

Todos son son frutos redondeados y blandos, de piel lisa y tersa, pero varían detalles claves como el dulzor. Las más dulces son las negras, y las verdes también destacan por este matiz. En cambio, las rojas y las amarillas, sobre todo estas, no son especialmente dulces. Se pueden consumir todas ellas frescas, pero también funcionan de maravilla como acompañamiento de carnes, salteadas o en salsa por ejemplo, o para elaborar compotas.

Las dos variedades de drupas veraniegas que mucha gente no identifica todavía son las paraguayas (o paraguayos) y, sobre todo, las platerinas.

La gran diferencia entre ambas variedades es su piel, ya que una es áspero, tiene “pelillo”, la de la paraguaya, y la otra es lisa, la de la platerina en este caso.

Estas últimas, que son un alimento nacido fruto de la investigación en el ámbito de la botánica y la alimentación -no es una mutación natural-, tienen algunos matices de sabor propios de la nectarina porque es muy dulce y de aromas similares a esta, pero tiene características propias de la paraguaya también. La más evidente, su tamaño y su forma aplanada.

Sin embargo, de las dos, la que más extendida está en nuestras fruterías es la paraguaya, que es es el fruto del paraguayo, nombre con el que se conoce también a la fruta en algunas partes del país. Proviene de una mutación natural del melocotón como lo hace la nectarina, pero a diferencia de estas últimas tiene la piel aterciopelada. Sí coincide con las nectarinas en la textura harinosa de su pulpa, con mucha más cantidad de agua que la del melocotón. En cambio, el color es blanquecino, menos intenso que el de la pulpa de las nectarinas.

La paraguaya, que estéticamente parece un melocotón aplastado, se consume en fresco. Una vez pelada, no merece la pena ni siquiera partirla en trozos: su bocado es muy gustoso y se puede dejar limpio el hueso con facilidad.

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