¿Desde cuándo se utiliza el IMC?
El IMC fue desarrollado en 1832 por un matemático llamado Lambert Adolphe Jacques Quetelet. Pero no fue diseñado con la intención de usarse para medir la salud y/o bienestar de individuos aislados, sino más bien para dar una idea general de la salud general de una población de hombres europeos blancos.

¿Para qué o cómo se utiliza el IMC?
El IMC se utiliza para determinar si una persona tiene un peso “correcto” y “saludable” dependiendo del peso y altura para, después, clasificar el resultado en cuatro categorías principales: bajo peso (IMC inferior a 18,5), peso normal (de 18,5 a 24,9), sobrepeso (de 25 a 29,9) u obesidad (30 o más).
Hasta aquí todo bien, pero... para saber si es un buen indicador de salud, hablaremos de las limitaciones que tiene el IMC:
1. No tiene en consideración otros factores de salud importantes
El IMC responde solo a “sí” o “no” con respecto a si una persona tiene un peso considerado “normal”, sin ningún contexto de edad, sexo, origen étnico, composición corporal, genética, estilo de vida...
Por ejemplo, la composición corporal de los hombres y las mujeres es diferente, ya que los hombres tienen más masa muscular y menos grasa que las mujeres. Esta es una de las razones por las cuales no es óptimo utilizar el IMC como método exclusivo para determinar la salud.
Además, el IMC solo recoge el peso y la altura de una persona, pero... ¿y el sexo de la persona? ¿Y la salud mental?, ¿Y los parámetros analíticos?, ¿Y los factores sociológicos?, ¿Y su estilo de vida?...
2. No se sabe cuál es la distribución corporal
El IMC no tiene en cuenta la distribución de los compartimentos de grasa, musculo, agua... porque solo tiene en consideración el peso y la altura.
Por ejemplo, dos personas con una misma altura y un mismo peso, tendrían el mismo IMC. Pero, ¿y si, una de ellas hace halterofilia y tiene más masa muscular? Están ambas personas calificadas en el mismo rango, pero la salud de cada una de ellas podría ser diferente.
Por eso, con el IMC, no se sabe cómo está distribuida esa grasa, que es la que está relacionada con peores resultados de salud, ya que su ubicación en el cuerpo puede marcar una diferencia importante.
3. Hay un posible sesgo y discriminación por el IMC
Se ha visto que aquellas personas que tienen un IMC más alto y que están dentro de la categoría de sobrepeso y/u obesidad, es menos probable que acudan a revisiones médicas de forma regular por temor a ser juzgado, ya que el trato suele ser diferente y las experiencias suelen ser negativas.

4. No es un determinante de la salud óptimo para todas las etnias
En un principio, el IMC fue diseñado con los datos de hombres blancos europeos, por lo que no es representativo de todas las etnias.
En la raza negra, por ejemplo, si se utiliza el IMC, puede clasificarse erróneamente como personas con sobrepeso u obesidad a pesar de tener menor tejido graso y más tejido muscular.
Además, en algunas culturas, una corporalidad más voluminosa está relacionada con ser más saludable y deseable, por lo que aquí también entraría el considerar qué significa exactamente la “salud” y qué abarca.
Por estas razones y otras tantas, el IMC como determinante de la salud tiene sus limitaciones. De la misma manera que el tamaño corporal y el número de la báscula (por sí solos) no son predictores del estado de salud completo de una persona, tampoco lo es el IMC.
Aunque el IMC puede ser útil para utilizarlo a gran escala o en estudios poblacionales, no debería ser la única medida para evaluar la salud de un individuo.