Limpiar puede hacerlo todo el mundo con intención y voluntad, pero el conocimiento y la experiencia nos ayudan a ser más prácticos y también más eficaces. Y de paso, a no meter la pata por novatos o, simplemente, por no saber las consecuencias de utilizar según qué productos. Cuestiones tan sencillas como saber qué es mejor para limpiar con detergente y qué con lejía, por ejemplo, son elementales, mucho más útiles de lo que a priori podemos pensar.
Existen varios tipos de desinfectantes en el mercado. Los dos citados son los más conocidos y utilizados junto al alcohol, que siempre “necesitan ser diluidos en agua para resultar efectivos, y su efectividad se basa en la desnaturalización de las proteínas”, explican desde Aldaba CEE, cuyos servicios están especializados precisamente en limpieza y desinfección.
Cuando y cómo usar cada producto
En términos generales, tenemos claro cuándo recurrir al alcohol, pero no queda tan claro el uso conveniente de lejía y detergente, los dos productos protagonistas de esta pieza. La principal diferencia al utilizar cada uno de los dos desinfectantes citados es el agua. “No importa si prefieres usar detergente en polvo o líquido, en el agua templada o caliente se logra una disolución de mayor calidad y más rápida”, señalan desde Aldaba CEE. La experta en industria alimentaria y divulgadora, Gemma del Caño, aclara el motivo por el que al limpiar con detergente debemos usar siempre agua caliente: "Mejora la acción de los tensioactivos", dice.
Estos agentes son compuestos químicos cuyas propiedades emulsionantes son las responsables de la capacidad de este producto de disolver tanto agua como grasa”, exponen desde Aldaba CEE. Los tensioactivos son muy valorados en la industria de la limpieza por su capacidad para ello. “Facilita la penetración del detergente en las prendas, logrando una limpieza más profunda, además de lograr la desaparición de todo tipo de manchas y de suciedad”, añaden desde Aldaba CEE.
En cambio, con la lejía, es conveniente utilizar siempre agua fría, incide la propia del Caño. Este desinfectante es muy eficaz combatiendo a las bacterias, pero es muy inestable a factores como la luz, el paso del tiempo y el calor. Además, desprende vapores altamente tóxicos cuando se calienta y también pierde buena parte de su capacidad con el calor. Por estos motivos, se debe utilizar siempre con agua fría y es fundamental almacenarlo en unas condiciones acordes que la aíslan de los factores citados.
Mayor poder germicida frente al no producir irritaciones en la piel
En cualquier caso, una diferencia a tener en cuenta entre detergente y lejía es el poder germicida mayor de esta última. Esto puede parecer una ventaja a la hora de limpiar y desinfectar pero es imprescindible tener en cuenta el riesgo que conlleva. “Debido a su composición, estos productos (la lejía y los derivados similares) son altamente irritantes, deben ser empleados con precaución, y no son recomendables en muchas superficies debido a su alta abrasión”, advierten desde Aldaba CEE.
Que el detergente no sea tan “potente” como la lejía le aporta una doble ventaja: no necesitan aclarado y no producen irritaciones en la piel. Su acción bactericida es residual y disminuye con el paso de los días, y como no son tóxicos, no existe el riesgo de que se produzcan abrasiones o irritaciones en la piel de quien los emplea. Esto explica también el motivo por el que la lejía no se puede utilizar con productos que no soportan la abrasión.
Recuerda, por último, la lista prohibida de productos con los que nunca debes mezclar la lejía: amoníaco (es muy peligroso hacerlo), vinagre de ningún tipo, ni tampoco ácido cítrico, ni de procedencia industrial ni natural. Sí puedes hacerlo con agua fría, por supuesto, jabón líquido neutro y detergente líquido neutro de lavadora.