En los anteriores episodios de Amar es para siempre, la jubilación de Pelayo fue el detonante para la última gran marcelinada de su hijo. Lo cierto es que Marcelino no se ha tomado nada bien la idea de su padre de abandonar de una vez por todas El Asturiano y marcharse con Marisa a vivir la vida padre. Marcelino tiene claro que no hay nada que pueda hacer para hacer cambiar a su progenitor de parecer, así que, que mejor que hacerle una despedida por todo lo alto.
Por otro lado, Quintero y Silvia valoran ampliar el despacho. Aunque muy pronto se convertirán en padres, no piensan dejar a un lado sus labores. Ser abogados es su gran pasión y piensa disfrutar de ella hasta las últimas consecuencias. Tras la victoria en el caso de Valverde, los clientes se han multiplicado, así que, si quieren hacer de su negocio un gran éxito, deben montar unos cuantos despachos más.
Mientras tanto, Román decide pedir matrimonio a Lola, sin prever que su suegro le agüe la fiesta. Ahora resulta que Marcelino quiere casarse de nuevo con Manolita. Lo entendemos, Marce, a una mujer así no hay que dejarla escapar, pero quizá no deberías haberle arrebatado todo el protagonismo a tu yerno y a tu hija. Qué le vamos a hacer, no vamos a cambiar a Marcelino a estas alturas.
Por otro lado, la felicidad de Marcelino y Manolita se trunca cuando descubren que sus hijos no son tan felices como ellos imaginaban. Estar al tanto de sus cuitas les agua la fiesta y ahora no saben si casarse de nuevo es la mejor opción. Antes que pareja son padres, así que, primero les tocará solucionar los entuertos de su prole.
Malena tiende la mano a Manolín para que encuentre de nuevo su camino. La joven han congeniado a la perfección con su tío y parece que se entienden a las mil maravillas. Mientras tanto, Pelayo decide brindar a Marisa la oportunidad de vivir la vida que él ha tenido. Horas más tarde, el barrio recibe la llegada de una nueva vecina: Benigna Quintero Aparicio.
