Los tomates son bastante versátiles en la cocina: lo mismo sirven para hacer una salsa, que para aderezar un guiso o elaborar una pizza. Pero sin duda, donde son protagonistas indispensables es en las ensaladas.
Es aquí donde los apreciamos en todo su esplendor: su vistoso color rojo, su agradable aroma y su intenso sabor… suponiendo que tengan aroma y sabor. Y es que muchas veces nos llevamos chascos con este alimento: vemos tomates con muy buena pinta, de color rojo intenso, piel impoluta y forma redondita, pero cuando nos los llevamos a la boca, nada de nada. Ni aroma, ni sabor. Casi como si estuviéramos comiendo cartón. Es entonces cuando solemos decir eso de “los tomates ya no saben a nada” o aquello otro de “ya no hay tomates como los de antes”.
Los tomates no son transgénicos

Muchas personas piensan que esos tomates no saben a nada porque son transgénicos. Y esta idea se ve reforzada con el aspecto: se supone que por eso son tan rojos y tienen todos el mismo tamaño y la misma forma.
Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que en Europa apenas se venden alimentos transgénicos porque no se han aprobado para su venta. Y no es porque sean peligrosos, que no lo son, si no porque a muchos consumidores les dan miedo. Por eso solo está permitida la comercialización de algunos como soja o maíz, que se utilizan básicamente en alimentación animal. Es decir, los tomates que compramos no son transgénicos (como tampoco lo son el resto de los vegetales que encontramos en las fruterías).
De todos modos, en el supuesto caso de que los tomates fueran transgénicos, eso no explicaría necesariamente su ausencia de aroma o de sabor.
Hay varios motivos que explican la ausencia de aroma o de sabor en el tomate. Uno de ellos es que en el desarrollo de nuevas variedades se priorizaron características como el aspecto (sobre todo, el color rojo y el tamaño uniforme) y la estructura (para que sea firme y aguanten bien el transporte), así que se dejaron de lado el aroma y el sabor.
Otro de los motivos es que algunas veces consumimos tomates que no están en su punto óptimo de maduración, así que todavía no han desarrollado plenamente su aroma y su sabor.
Y es que normalmente se recolectan antes de ese momento para que no se estropeen durante el tiempo que transcurre entre la cosecha y el consumo.
Un tercer motivo es que a veces no se conservan en condiciones adecuadas. Si se mantienen en frío, como ocurre cuando los metemos en el frigorífico, se inhibe el desarrollo de muchos de los compuestos que aportan aroma y sabor, así que estarán más insípidos que si los conservamos a temperatura ambiente.

Una vez que conocemos algunos de los motivos que explican la ausencia de aromas y de sabor en los tomates, es más fácil tomar medidas para evitarlo. Una de ellas es intentar comprarlos cuando están en su momento óptimo de maduración. Si no es posible, podemos adquirirlos así y mantenerlos en casa durante un tiempo hasta que maduren. Eso sí, tanto si están maduros como si no lo están, conviene no meterlos en el frigorífico. Es mejor mantenerlos a temperatura ambiente.
También es importante tener en cuenta la temporada de producción. Ahora podemos disfrutar de tomates a lo largo de todo el año, pero los mejores ejemplares los encontraremos sobre todo en los meses de verano, principalmente en agosto y septiembre.
Por último, una de las cosas más importantes que podemos hacer es tener en cuenta la variedad. Se suele decir que los tomates no saben a nada y es cierto que hay variedades donde esto ocurre. Pero existen miles de variedades diferentes, muchas de las cuales se han desarrollado precisamente priorizando el aroma y el sabor, así que solo tenemos que ir probando las que más nos gustan.
Algunas tienen precios relativamente altos, pero también las hay de precios más asequibles.