Cuando observas tu cuerpo, ¿cómo lo ves? Estar satisfecha con tu imagen corporal poco tiene que ver con tu atractivo físico real ni con la talla o forma de tu cuerpo. Más bien tiene que ver con la autopercepción, valores y creencias que tienes sobre el físico.

La dismorfia corporal es un trastorno que está relacionado con la percepción que una persona tiene sobre su imagen corporal. La persona que lo sufre, se siente tan amenazada por el “defecto” que percibe, que interfiere en su calidad de vida y en la capacidad de llevar a cabo sus actividades diarias. Esto genera mucho sufrimiento, angustia y malestar psicológico.
Las personas con este trastorno pueden pasar al día horas y horas centradas en su aspecto físico para pensar maneras de arreglarlo, modificarlo o cubrirlo.
¿Cuáles son las señales o síntomas de advertencia?
Las zonas más frecuentes de las que se preocupan las personas que sufren dismorfia corporal son: nariz, piel, pecho, ojos, labios y tripa. Aunque realmente pueden preocuparse por cualquier área del cuerpo, ya que en general están obsesionadas con la simetría, tamaño y forma del cuerpo.
Los síntomas y signos de las personas que sufren trastorno dismórfico varían dependiendo del grado de obsesión en el que se encuentren, pero estas son algunas de las señales de alerta que se observan con frecuencia:
- Compararse constantemente con los demás, ya sea con personas conocidas o no (redes sociales, revistas, televisión…).
- Comprobar constantemente su aspecto delante de un espejo, desde diversos ángulos, metiendo tripa… (body checking).
- Camuflarse tapando los “defectos” que tienen ya sea con maquillaje, ropa…
- Hacer ejercicio de forma excesiva y comprobar cada poco tiempo si hay algo de su imagen que ha cambiado.
- Aislarse socialmente por temor a ser miradas y juzgadas por los demás.
- Recurrir a cirugía plástica para “arreglar” los defectos percibidos.
- Preguntar con frecuencia a los demás sobre su apariencia física.
- Sentir vergüenza y asco hacia sí mismas.
- Sufrir depresión, ansiedad y baja autoestima, entre otros.

La mayoría de estos síntomas y signos se resumen en una pésima relación con la imagen corporal, que les genera tal nivel de rechazo, que les da vergüenza que el resto de las personas los vean.
Por eso, estos sentimientos de vergüenza, asco, depresión, rechazo… impiden hacer actividades normales de la vida cotidiana y suelen sentirse solas, tristes y deprimidas. Quien sufre trastorno dismórfico, nunca está satisfecha con su aspecto físico, a pesar de los tratamientos que puedan hacerse, porque nunca es suficiente. Por eso, a veces, esta sensación de desesperación, puede conducirles a tener ideas autolesivas o suicidas.
Vivimos en una sociedad donde la belleza es uno de los aspectos más importantes. Y aunque cualquier persona puede desarrollar trastorno dismórfico, hay un grupo de población más vulnerable a padecerlo, como es el caso de los adolescentes. Y esto, en gran parte, se debe al consumo de las redes sociales, ya que día tras día se comparan con referentes poco realistas, fotos retocadas, uso de filtros que transforman la cara…
La preocupación excesiva por la apariencia física nos ha llevado a querer “cuidarnos” sometiéndonos a dietas muy restrictivas, rutinas de ejercicio intensas, tratamientos de estética… pero no tienes que olvidar que no te estás cuidando si pierdes lo más importante por el camino: tu salud.