Aunque su nombre puede llegar a confundirnos, en realidad el chocolate blanco, a pesar de su denominación, no es técnicamente una variedad de chocolate en absoluto. Esto es debido a que no contiene sólidos de cacao, sino que está elaborado con manteca de cacao (que le proporciona su característico color blanco o blanquecino), leche y azúcar. Además, también puede contener algunos edulcorantes y saborizantes, como por ejemplo podría ser el caso de la vainilla.
Así, esta combinación crea un ingrediente por lo general tremendamente rico y dulce, que proporciona en boca una sensación tan suave como cremosa. Debido principalmente a su característico color, es común su uso en postres dulces en los que se desee destacar su apariencia blanquecina, como podría ser el caso de la tradicional tarta de 3 chocolates, las galletas con crema dulce o el mousse de chocolate a capas.
En la cocina, dependiendo de la receta escogida será necesario utilizar chocolate blanco a trozos o picado, o bien chips de chocolate blanco. Lo realmente bueno es que ambos ingredientes se pueden intercambiar entre sí.
No obstante, a diferencia de otras variedades de chocolate un poco más nutritivas y saludables, como podría ser el caso del chocolate negro, el chocolate blanco es una opción adecuada para consumir de forma más ocasional.
Empezando por el principio: ¿por qué el chocolate blanco no es verdaderamente chocolate?
Durante muchos años, los expertos descartaron el chocolate blanco, un dulce elaborado con manteca de cacao, sólidos lácteos y azúcar, pero que no contiene ninguno de los sólidos del cacao que proporcionan al chocolate más oscuro tanto su color como su sabor tan característicos y reconocibles.
De hecho, algún que otro nutricionista lo ha etiquetado como la mentira blanca. Y es que además de la ausencia de sólidos de cacao, la mala reputación que posee esta variedad de chocolate se deriva del hecho de que la mayoría del chocolate blanco que se produce en la actualidad a menudo contiene aditivos como el aceite de palma y otras grasas menos saludables, además de un exceso de edulcorantes.

Un grano de cacao está compuesto de partes similares de manteca de cacao y semillas de cacao. La manteca de cacao, de hecho, es lo que proporciona al chocolate su deliciosa y rica sensación en la boca, mientras que las semillas de cacao contienen la mayor parte de su olor y sabor.
Sin embargo, en realidad deberíamos considerar al chocolate blanco como una grasa dulce. ¿Por qué? Muy sencillo: solo se trata de una masa o pasta fundida que no contiene sólidos de cacao o cacao en polvo. Por este motivo, para que un chocolate sea etiquetado verdaderamente como tal, debe contener al menos un 10 por ciento de cacao (semillas más la grasa de cacao, inherente al grano), pero sin tener en cuenta la manteca de cacao.
Por otro lado, para que el chocolate blanco sea verdaderamente blanco debe tener un contenido en manteca de cacao de al menos un 20 por ciento. Concretamente, debe componerse de al menos un 20% de manteca de cacao, un 14% de sólidos lácteos, un 3.5% de grasa láctea y cerca de un 55% de azúcar (u otros edulcorantes). Como vemos, no contiene en realidad componentes sólidos del cacao.
¿Por qué no es adecuado ni saludable?
Debemos tener en cuenta que la manteca de cacao, completamente sola y sin añadir ningún ingrediente más, no tiende a saber muy bien. De ahí que las compañías productoras de chocolate añada leche, azúcar (en grandes cantidades) y vainilla, para convertirla en algo delicioso que merezca la pena comer.
Desafortunadamente, esto significa que, en realidad, el chocolate blanco es únicamente azúcar, y además en grandes cantidades. Es decir, el chocolate blanco contiene entre un 55 a un 60 por ciento de azúcar.
Si lo comparamos con el chocolate con leche (50 por ciento de azúcar) e incluso con el propio chocolate negro (25 por ciento de azúcar), es evidente que ambas son opciones algo más recomendadas.

Pongamos un ejemplo. Una porción de chocolate blanco equivale a aproximadamente 28 gramos. Así, una porción de chocolate blanco tiene 17 gramos de azúcar. Si lo comparamos con el chocolate con leche, éste aporta 14,4 gramos de azúcar (o lo que es lo mismo, 2.6 gramos menos), y el chocolate negro con un mínimo de 70 por ciento de cacao, aporta nada más que 6,7 gramos de azúcar (¡10.3 gramos menos!).
Por otro lado, al no ser técnicamente chocolate, no contiene pasta de cacao. Debido a ello, el chocolate blanco no proporciona los beneficios que sí ofrece el cacao, entre los que se incluye un mayor contenido en antioxidantes y otros compuestos saludables, que sí encontramos en el chocolate negro.
De hecho, como informó en el año 2005 la edición especializada ‘American Journal of Clinical Nutrition’, los antioxidantes naturales que encontramos en el cacao (o en el chocolate negro en sí), ayudan a reducir la presión arterial, protegen la salud de los vasos sanguíneos y mejoran la sensibilidad a la insulina.
También debemos prestar atención al tipo de grasa utilizado para su elaboración. Mientras que un chocolate de buena calidad utiliza fundamentalmente manteca de cacao como su principal fuente de grasa, las versiones más baratas o económicas (y, por tanto, de peor calidad) utilizan aceite de palma u otras grasas en su lugar.
Por tanto, si deseas consumir chocolate blanco, lo ideal es revisar cuidadosamente sus ingredientes, así como la etiqueta de información nutricional, para asegurarnos de que el chocolate blanco sea de la mayor calidad posible, y no contenga grasas trans. Aún se trate de chocolate de buena calidad, lo ideal es moderar su consumo, y que únicamente sea ocasional.