¿La repostería casera es saludable?

En los últimos años la repostería casera ha resurgido con fuerza y lo ha hecho sobre todo por una cuestión de salud. Parece que tenemos claro que la repostería industrial no es saludable, así que tratamos de hacer versiones domésticas con mejores ingredientes. El problema es que muchas veces pensamos que esta alternativa es saludable, pero en la mayoría de los casos no es así.
La repostería casera es saludable

Si miramos la etiqueta de una palmera de chocolate, es probable que nos llevemos las manos a la cabeza. Hay muchas cosas que suelen asustarnos, como el gran número de ingredientes, la presencia de aditivos con nombres extraños, el uso de aceites con mala fama, como el aceite de palma, y la enorme cantidad de azúcares. Si todo eso nos genera desconfianza, es posible que optemos por hacer nuestros propios dulces en casa, “más saludables” y con “mejores ingredientes”. O al menos eso es lo que pretendemos. Hoy en día es más fácil que nunca porque podemos encontrar recetas de “repostería saludable” por todas partes: libros, vídeos, artículos, etc. El problema es que a menudo esa repostería no es tan saludable como pensamos.

Repostería industrial frente a repostería casera

La repostería casera es saludable - Foto: Istock

La mayoría de los dulces tienen tres ingredientes principales: harina, aceite y azúcar. En las versiones comerciales o industriales, encontraremos sobre todo harina refinada de trigo, aceite de palma (o similar) y azúcar.

Las harinas refinadas

Es cierto que la harina refinada de trigo no es lo más saludable del mundo. Está compuesta básicamente por almidón, una molécula constituida por azúcares. Cuando lo ingerimos, estos se metabolizan rápidamente, aumentando así el nivel de glucosa en nuestra sangre. Así que, si lo consumimos habitualmente o en grandes cantidades, puede favorecer el riesgo de desarrollar patologías como diabetes tipo 2 u obesidad. No es algo que ocurra de un día para otro ni que sea impepinable.

Y es que no es lo mismo ingerir esa harina refinada cuando comemos un donut, que cuando comemos un plato de pasta con verduras. Igual que no es lo mismo comerse un par de galletas a la semana en el contexto de una dieta saludable, que hacerlo a diario como parte de una dieta en la que abundan otros alimentos insanos. Es decir, se trata sobre todo de una cuestión de hábitos.

Para sustituir la harina refinada de trigo, a veces optamos por cereales “exóticos” porque tienen fama de ser más saludables, como la espelta o el kamut. Pero estos son en realidad distintas variedades de trigo, así que, si sus harinas también son refinadas, estamos en las mismas.

La mejor solución sería optar por harinas integrales, ya sean de trigo o de cualquier otro cereal, dado que contienen las tres partes del grano (endospermo, salvado y embrión), lo que significa que aportan más nutrientes (por ejemplo, fibra y minerales) y, sobre todo, que tienen un mejor comportamiento en nuestro organismo, en el sentido de que no favorecen el desarrollo de las enfermedades que mencionamos anteriormente.

Los aceites y las grasas

El aceite de palma es sin duda uno de los ingredientes más temidos que podemos encontrar en los alimentos. Es cierto que no es el más saludable, pero tampoco es que sea el demonio. El principal problema no es el aceite en sí mismo, sino los alimentos en los que suele encontrarse: galletas, bollos, cremas de cacao, etc. Es algo que suscita mucha preocupación desde hace unos años, así que la mayoría de las empresas lo han sustituido por otros aceites con mejor fama, como el aceite de girasol.

En casa lo que solemos hacer es optar por una alternativa que nos parece mucho más saludable, como el aceite de oliva. Y no cabe duda de que realmente lo es.

Ingredientes repostería casera - Foto: Istock

Los azúcares

Cuando hablamos de alimentación, el enemigo público número desde hace unos años es el azúcar. No es para menos, porque lo consumimos en grandes cantidades y eso puede favorecer el desarrollo de diferentes enfermedades: caries, obesidad, diabetes tipo 2, etc.

A este respecto, lo que solemos hacer cuando elaboramos repostería casera es tratar de sustituir el azúcar por otras versiones que nos parecen más saludables, como azúcar moreno, panela, siropes. El problema es que todos ellos están compuestos básicamente por azúcares, así que no son una buena alternativa.

El resultado final

Al final lo que elaboramos en casa es un producto de repostería que puede tener una composición ligeramente mejor que la versión industrial (harina integral en lugar de refinada y aceite de oliva en lugar de aceite de palma), pero que no deja de ser un producto de repostería. Es decir, un bizcocho, sigue siendo un bizcocho, y deberíamos destinarlo a un consumo puntual.

Uno de los problemas con este tipo de repostería es que corremos el riesgo de pensar son saludables (a pesar de que puede que no sea así) y eso puede llevarnos a consumirla con mucha frecuencia. Así, además de ingerir estos alimentos que aportan poco, desplazamos el consumo de otros que son más interesantes (por ejemplo, frutas).

Otro de los grandes problemas de fondo es la culpa asociada a la alimentación y a ciertos alimentos. A menudo nuestro entorno nos lleva a sentirnos culpables por comer ciertas cosas, como productos de repostería, así que, si pensamos que son menos insanos, se reducirá esa sensación. Ahora bien, asociar la culpa con la alimentación no lleva a nada bueno. Al contrario. Puede favorecer el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria.

La solución pasa por ser conscientes de que ese tipo de productos son insanos (ya sean industriales o caseros), así que no son recomendables para un consumo diario, sino para ocasiones puntuales. Pero una vez se presenta esa ocasión, lo ideal sería disfrutar de ello (si nuestra salud nos lo permite), sin temor a sus ingredientes y sobre todo, sin sentimiento de culpa.

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