El azúcar es un ingrediente adictivo y esto no es de extrañar ya que tiene los mismos mecanismos de recompensa en el cerebro que cuando consumimos alguna droga.
¿Qué es lo que ocurre para que nos de esa sensación tan placentera al ingerirlo?

¿A qué se debe esto? ¿Siempre es un comer emocional detrás, o hay otras razones?
Normalmente al no ser una necesidad fisiológica la ingesta de azúcar, ya que no es un nutriente necesario ni esencial para vivir o estar sanos, esta "falsa necesidad" suele responder más a una mala gestión emocional, estrés o un hábito inconsciente que sin darnos cuenta empezamos a crear y ahora se ha convertido en un comportamiento automatizado y que no responde a un hambre real.
Sin embargo, existen ocasiones puntuales en las que este deseo de dulce puede responder a un hambre fisiológica, sería en el caso de dietas muy restrictivas, que consisten en planes de alimentación donde hay exclusión de muchos grupos de alimentos, menús muy cerrados en los que no sólo hay rigidez la cual a nuestro cerebro nunca le ayuda, sino que muchas veces hay desequilibrios nutricionales al eliminar tantos grupos de alimentos y existen falta de minerales como el zinc, que regula la apetencia por lo dulce, o el magnesio, otro mineral también muy implicado en esto.
Además, a veces la restricción severa de hidratos de carbono durante períodos de tiempo prolongados o actividades muy intensas con una recuperación nutricional deficiente, pueden llevarnos de forma impulsiva a buscar alimentos dulces o ricos en hidratos para compensar este desequilibrio.
Otro motivo fisiológico puede darse cuando no dormimos lo suficiente. Nuestro cuerpo produce más grelina, una hormona que avisa al organismo cuando necesita comer y disminuye la secreción de leptina, la hormona que regula nuestra sensación de saciedad. Como consecuencia, el cuerpo piensa que tiene hambre y necesita comer, pero esto no es real, al estar estas hormonas alteradas, normalmente busca saciar "ese hambre" con alimentos dulces ya que le producen bastante energía de forma rápida.
Otra causa fisiológica, menos frecuente pero que puede darse, es cuando estamos deshidratados. La sensación de hambre y de sed están en el mismo área del hipotálamo y en ocasiones vamos tan deprisa, en piloto automático y tan desconectados de nuestras sensaciones, que confundimos hambre con sed. Por ello es importante observar si hemos bebido lo suficiente y ese impulso de comer dulces no responde necesariamente a una sensación de hambre.

Después de descartar todos estos motivos, ahora sí podemos observar si de verdad es un hambre emocional. Y aquí vemos que este comer emocional se puede producir cuando no tengo una buena gestión del estrés o una buena tolerancia a las emociones desagradables.
Nuestro cerebro encuentra en la comida una vía rápida y fácil que le da placer y disminuye la sensación de malestar, angustia, preocupación o aburrimiento en ese momento.
Es verdad que este efecto de recompensa dura muy poco, pero en un primer momento nos hace desconectar de esa sensación desagradable y nos sirve.
Todos en algún momento de nuestra vida hemos podido tener alguna situación de comer emocional o bien por aburrimiento o nerviosismo. El problema empieza cuando este mecanismo "que un día nos sirve", se convierte en un hábito y lo repetimos como un patrón de conducta siempre que nos ocurre alguna de estas situaciones.
El trabajo aquí sería aprender a diferenciar cuando tengo hambre física de cuando tengo hambre emocional y aprender a conectar y gestionar de forma adecuada mis emociones o mi estrés, atendiéndolo en lugar de taparlo con dulces, y ofreciéndoles los recursos que necesitan, que en ningún caso son comida.