La maternidad es, sin duda, un viaje de amor, aprendizaje y entrega, pero hay un aspecto invisible y fascinante que pocas veces se menciona: el papel fundamental de la microbiota en la relación madre-hijo. Y es que más allá de los genes, la herencia microbiana es, como decimos en el título, el primer gran regalo que una madre ofrece a su bebé, ya que esto influye en su sistema inmunitario, su metabolismo y hasta en su salud mental futura.
Desde el embarazo hasta la lactancia, pasando por el parto, la microbiota materna actúa como un puente silencioso pero poderoso, transmitiendo millones de microorganismos esenciales para la vida. “No estamos solos, estamos rodeados de cientos de miles de microorganismos, invisibles a nuestro ojo, pero que ahí están. Desde el momento que nacemos, estos diminutos inquilinos encuentran en nosotros un ambiente maravilloso en el que desarrollar sus funciones vitales”, afirma la microbióloga Silvana Tapia, profesora e investigadora en el departamento de Microbiología de la Universidad de Málaga, en su libro 'Microbiota: Cuídala, cuídate'. Entender este vínculo es clave para cuidar de nuestra salud y la de las próximas generaciones.
El primer legado materno: la microbiota antes y durante el parto
El viaje microbiano comienza incluso antes del nacimiento. Durante el embarazo, la microbiota materna se adapta y se transforma, preparándose para el gran momento del parto. Silvana Tapia lo explica así: “Durante la gestación, la microbiota materna sufre cambios que parecen estar diseñados para proteger tanto a la madre como al feto, y para preparar el entorno microbiano que recibirá el recién nacido”. Este proceso es tan relevante que, según la autora, la microbiota puede considerarse “un órgano más” por el impacto que tiene en la salud global.
El tipo de parto marca un antes y un después en la colonización microbiana del bebé. Si el nacimiento es vaginal, el bebé recibe su primer baño microbiano al atravesar el canal del parto, adquiriendo bacterias beneficiosas de la madre. “Los bebés que pasan por el canal del parto entran en contacto directo con las bacterias vaginales de la madre, lo que constituye su primer inóculo microbiano”, apunta Tapia. En contraste, los nacidos por cesárea adquieren una microbiota diferente, más parecida a la de la piel y el entorno hospitalario, lo que puede influir en su desarrollo inmunitario y metabólico.

Lactancia: la segunda gran transferencia microbiana
La lactancia materna es mucho más que alimento: es una fuente inagotable de bacterias beneficiosas y compuestos que nutren la microbiota del bebé. “La leche materna contiene bacterias, oligosacáridos y otros compuestos que alimentan a esas bacterias, ayudando a diversificar y fortalecer la microbiota del lactante”. Este proceso protege al bebé de infecciones, favorece la maduración de su sistema inmunitario y reduce el riesgo de alergias y enfermedades crónicas en el futuro.
Silvana Tapia destaca el papel de la llamada “ruta enteromamaria”, un mecanismo fascinante por el cual bacterias intestinales de la madre pueden llegar a la glándula mamaria y, de ahí, al bebé a través de la leche. “La microbiota y la lactancia, juntos, tienen superpoderes”, resume la autora, subrayando la importancia de este vínculo invisible pero fundamental.
Microbiota y neurodesarrollo: los primeros 1000 días
Pero la influencia de la microbiota va mucho más allá del aparato digestivo. Los primeros 1000 días de vida (desde la concepción hasta los dos años) son críticos para el desarrollo físico, inmunitario y neurológico del niño. “Un desarrollo adecuado de la microbiota puede impactar en el sistema inmune, la salud digestiva y el desarrollo cognitivo y emocional”, explica Tapia, quien cita en su libro estudios recientes que relacionan la composición microbiana con el riesgo de alergias, obesidad, e incluso trastornos del ánimo y del neurodesarrollo.
La autora insiste en la importancia de cuidar la microbiota materna antes y durante el embarazo, así como de favorecer el parto vaginal y la lactancia materna siempre que sea posible, como estrategias para “sembrar” una microbiota saludable en los hijos.

Más allá de la madre: el entorno y la familia también cuentan
Aunque la madre es la principal fuente de microbiota para el bebé, el entorno familiar y social también juega un papel relevante. La convivencia con hermanos, mascotas y el contacto con la naturaleza contribuyen a diversificar la microbiota infantil, fortaleciendo su salud a largo plazo. “La microbiota es un ecosistema dinámico que evoluciona continuamente. Todo lo que rodea al niño, desde la alimentación hasta el entorno en el que crece, influye en su composición y en su equilibrio”, señala Tapia.
En definitiva, podemos decir que la microbiota materna es mucho más que un conjunto de microorganismos: es el primer gran legado que una madre transmite a su hijo, con efectos que perduran toda la vida. Cuidar de nuestra microbiota es, en palabras de Silvana Tapia, “una inversión a largo plazo”. Su libro 'Microbiota: Cuídala, cuídate' es una guía imprescindible para descubrir el fascinante universo microbiano que habita en nosotros y aprender a protegerlo.

En sus páginas, Tapia combina rigor científico y lenguaje cercano para explicar cómo la microbiota influye en el metabolismo, el sistema inmunitario y el equilibrio del organismo, y ofrece consejos prácticos para cuidarla en cada etapa de la vida. Si quieres entender cómo tu cuerpo y el de tus hijos pueden beneficiarse de este vínculo invisible, este libro es tu mejor aliado.