Aunque pueda pasar desapercibido, ese pequeño orificio que vemos en la parte inferior de muchos candados no está ahí por azar ni tiene un fin meramente estético. De hecho, su presencia es clave para garantizar que el candado funcione correctamente durante más tiempo y en mejores condiciones.
Este diminuto agujero cumple tres funciones esenciales que mejoran el rendimiento del candado: mantenimiento, drenaje y, en algunos casos, seguridad.
Lubricación: el mantenimiento invisible
Con el uso y el paso del tiempo, los mecanismos internos de un candado tienden a acumular polvo, humedad o incluso pequeñas partículas metálicas. Esto puede provocar que el sistema se atasque o deje de funcionar correctamente.
El orificio inferior permite introducir lubricante específico para cerraduras, haciendo que las piezas internas se desplacen con mayor suavidad. Gracias a este simple gesto de mantenimiento, se alarga notablemente la vida útil del candado y se evita que falle en momentos clave.

Drenaje de agua: defensa contra el óxido
En candados expuestos al exterior —por ejemplo, en trasteros, verjas o almacenes— la lluvia o la humedad ambiental pueden colarse dentro del mecanismo. Sin un sistema de drenaje, el agua quedaría atrapada, favoreciendo la corrosión de las piezas y el bloqueo del mecanismo.
Este orificio actúa como una válvula de escape: permite que el agua salga, evitando que se acumule en el interior y protegiendo así el sistema ante el desgaste prematuro.

Una barrera oculta ante intentos de manipulación
Aunque no lo parezca, el agujerito también puede tener una función defensiva indirecta frente a métodos de apertura no autorizada como el ganzuado. Algunos diseños incluyen estructuras internas justo detrás del orificio que dificultan el acceso al mecanismo mediante herramientas externas.
Esto convierte al agujero en un elemento disuasorio más dentro del diseño general del candado, reforzando su resistencia frente a manipulaciones.
En resumen, ese pequeño orificio que muchos pasan por alto es un ejemplo perfecto de cómo el diseño funcional puede mejorar la seguridad, la durabilidad y el mantenimiento de un objeto cotidiano. No está ahí por estética: está ahí para proteger.
En muchos objetos cotidianos se esconden detalles con funciones muy concretas que solemos pasar por alto. Al igual que ocurre con el agujerito del candado, algunos elementos aparentemente insignificantes tienen más valor del que creemos. Lo mismo sucede con utensilios tradicionales como los que guardamos en el costurero. La moneda plateada del costurero y por qué no deberías deshacerte de ella es otra de esas curiosidades que nos recuerdan que, a veces, los pequeños objetos están cargados de utilidad, historia y saber popular.