- Vídeo: Jesús Nicolás / Texto: Verónica Bravo.
La cocotte es una olla.
Hablamos con María Llamas, de la tienda y escuela de cocina Alambique, sobre este tipo de cazuelas y sus usos en la cocina:
¿Qué es una cocotte?
Tal y como apunta María en el vídeo, una cocotte es una cazuela de hierro fundido vitrificado, que suele estar esmaltada y que es perfecta para cocinar a fuego lento.
Su principal punto fuerte es que el hierro fundido es un gran transmisor del calor. No tiene nada que ver con una cazuela de acero inoxidable, por buena que sea. Su tapa hace que el vapor que se genera durante la cocción vuelva a caer, por lo que la pérdida de líquido es mínima.
Con la cocotte consigues que los guisos te queden perfectos, con una textura y un cuerpo que nada tienen que ver con las cazuelas tradicionales.
Es ideal para hacer todo tipo de guisos, tanto de carne como de legumbres, y para cualquier preparación de cocina a fuego lento. Vamos, para recrear la cocina de nuestras abuelas.
Pero la cosa no queda ahí, porque también se usa mucho para hacer pan. Si horneas una hogaza en la cocotte, el hierro simulará una piedra de hornear y la tapa retendrá la humedad de la masa, lo que hará que la corteza quede muy crujiente.
También se utiliza para hacer bizcochos (en este caso sin tapa) con muy buenos resultados, gracias a lo bien que transmite el calor este utensilio.
La cocotte sirve para cualquier tipo de fuego, inducción incluida, y también es perfecta para cocinar en el horno.
Es importante tener en cuenta que este tipo de cazuela tiene que usarse para cocinar a fuego lento. Si la calientas demasiado o muy rápido, se puede llegar agrietar el esmalte. Debe ir cogiendo temperatura poco a poco, que luego mantendrá mucho tiempo.
Esto hace que preparar guisos en ella lleve bastante más tiempo que hacerlo en una cazuela tradicional, pero que el resultado no tenga nada que ver. Se consiguen salsas con cuerpo, carnes supermelosas y legumbres sin despellejar (si son de calidad, claro). Todo se cocina en su propio jugo ya que, cuando la cazuela está tapada, no pierde líquido, lo que concentra los sabores.
Para evitar rallarla, es fundamental no remover con nada metálico ni triturar dentro de ella.
Si vas a usarla en el horno, tienes que cerciorarte de que el pomo (si no es metálico) aguanta bien la temperatura.
Siempre es importante dejarla enfriar antes de limpiarla. Si la llenas de agua fría en caliente, el choque térmico puede hacer que el esmalte se agriete.
Por lo tanto, hay que dejarla enfriar, llenarla de agua y limpiarla con una esponja suave (que no arañe la cocotte) y un poco de jabón. Queda perfecta. Después, sécala y guárdala.
Si se quema algo de comida y se queda pegado al fondo, debes llenar la cazuela de agua caliente y dejarla reposar. Después solo hay que limpiarla de forma habitual.
La mayor parte de estas cazuelas son aptas para el lavavajillas, pero los fabricantes advierten que si se lavan habitualmente de esta forma el esmalte puede perder el brillo.
Hay dos puntos que pueden desanimar a la hora de adquirir una cocotte: su peso y su precio.
Si vacía la cazuela pesa mucho, llena no te vamos a contar. Manipularla te convalida una sesión brazos en el gimnasio. Pero, si te gusta cocinar, el resultado compensa con creces las pesas que haces al usarla.
El otro inconveniente es el precio de esta olla con respecto al uso que se le va a dar. Supone hacer una inversión importante, mucho mayor que comprar una convencional y, es cierto que con las prisas que vivimos hoy en día, no es un utensilio que se use a diario (porque requiere dedicar unas cuantas horas para hacer un guiso). Sin embargo, el día que se saca, es sinónimo de homenaje gastronómico. Otro punto que justifica su precio es que, bien cuidada, la cocotte te dura toda la vida.
Si te gusta la cocina tradicional y los guisos hechos con amor, este tipo de cazuela es para ti.