El pato es una opción muy popular en algunos países, como podría ser el caso de China o Japón, aunque es cierto que en la mayoría de los países europeos no tiende a darse tanto. Y todo ello a pesar de que es un ingrediente tremendamente versátil en la cocina, por lo que puede ser cocinado con diferentes métodos, dando resultados muy diferentes.
Sea como fuere, es cierto que el pato asado es ideal tanto para comidas como para cenas navideñas. Eso sí, a la hora de escogerlo, es necesario tener en cuenta algunos detalles no menos importantes.
Por ejemplo, incluso aunque nos encontremos delante de un hermoso y gran pato, con un tamaño considerable, al final acabará siendo considerablemente más flaco cuando sea cocinado. No obstante, esto significa que sus pechugas serán más fáciles de retirar y de convertir en suculentas porciones, incluso con precisión.
Si tienes dudas acerca de cómo cocinar el pato correctamente, y aprovechar al máximo toda su textura y sabor, no te pierdas algunos de los consejos que te proponemos a continuación.
Cocinando la pechuga de pato
Como ocurre con el ganso, las pechugas de pato tienden a estar cubiertas por una capa bastante gruesa de grasa, la cual debe derretirse debajo de la piel durante el proceso de cocción.
A la hora de cocinar el pato, es tremendamente útil sazonar el pecho, dejándolo un par de horas para que pueda alcanzar la temperatura ambiente y se seque. También se recomienda marcar la piel con líneas paralelas o en un patrón entrecruzado, lo que ayudará a exponer la mayor cantidad posible de grasa en la bandeja donde lo estemos asando.
Luego, es aconsejable colocar el pato con la piel hacia abajo, en una sartén aún fría, que se vaya calentando lentamente, poco a poco. Esto ayudará a que la grasa se derrite primero, y luego se comience a quemar la piel, lo que proporcionará un sabor y una textura aún más deliciosos.
Es muy habitual que, antes de cocinar los muslos de pato, estos sean salados durante una noche entera. Luego, es común sumergirlos en grasa de pato, y cocinarlos lentamente con la intención de que se conserven con la grasa.
Dado que el método de cocción ideal es lento y bajo, la carne permanece suculenta, en perfecto estado, con una textura deliciosa, ya que no se seca. Es más, la grasa tiende a no absorberse, de forma que nos encontramos ante una parte del pato que no suele ser muy grasa.

No obstante, las piernas sí suelen cocerse en el horno a una temperatura mucho más elevada, lo que ayudará a conseguir que la piel quede crujiente.
Pero, ¿cómo cocinar los muslos de pato? Una vez confitados, basta con cepillarlos con la grasa, ponerlos en una base para asar, y asarlos al horno durante 30 a 40 minutos a una temperatura de 220 ºC.
Generalmente, hay dos formas de asar un pato. Dejando que la piel se seque y se laque mientras se cuece (al estilo chino), o de la misma forma que asaríamos un pollo asado, en el horno caliente.
Pero, a diferencia del pollo, el pato asado sí necesita una ayuda considerable para desgrasar ya que, por el contrario, podría acabar teniendo un sabor muy grasoso, hasta incómodo. De ahí que sea recomendable puntuar o pinchar el pato para eliminar toda la grasa.
Basta con secar la piel primero, preferiblemente durante la noche, especialmente si vamos a cocinar al día siguiente un pato entero. Luego, pinchamos o marcamos la piel del pato por todas partes, lo que ayudará a que la grasa pueda derretirse y, finalmente, escapar.
Durante la cocción, se aconseja mantener la grasa caliente, sin añadir ningún líquido al lado de la piel. Este último consejo es imprescindible, ya que es esencial para evitar que la piel se seque, lo que evitaría conseguir el resultado deseado.