Desde hace bastantes años es muy frecuente encontrar en la sección de frutas del supermercado o en la frutería trozos de melón o sandía ya cortados y tapados con film transparente que, además, están ubicados en zonas sin refrigerar.
A priori podemos pensar que estas opciones son una buena solución para que las personas que viven solas o en pareja puedan disfrutar de estas frutas de verano sin pasarse una semana comiendo sandía o melón a todas horas o sin tener que tirar la mitad de la pieza porque al final se termina poniendo mala. Sin olvidarnos de que, con las dimensiones que tienen estas frutas, ocupan media nevera prácticamente sin darnos cuenta. Entonces, ¿dónde está el problema si optamos por comprar menos cantidad?
Beatriz Robles, dietista-nutricionista, tecnóloga de los alimentos y experta en seguridad alimentaria, nos lo cuenta en su libro 'Come seguro comiendo de todo' (editorial Planeta): “Al cortar la fruta, estamos rompiendo la protección natural que aísla la parte comestible del ambiente. Las frutas y las verduras pueden tener en su superficie microorganismos patógenos como Salmonella, Listeria o Escherichia coli (E.Coli)”. Por lo tanto, si antes de cortarlas no las lavamos correctamente, dichos microrganismos pueden pasar al interior. ¿Y qué ocurre si consumimos un alimento con un gran número de patógenos que se han ido multiplicando al estar a temperatura ambiente (su temperatura óptima de crecimiento)? Pues que al final la cosa puede terminar en que suframos una intoxicación alimentaria.
Otro de los peligros que señala la experta es que puede haber una contaminación procedente del operario o de los utensilios que se han utilizado para cortar la fruta. Y, además, tal y como he apuntado anteriormente, si tenemos el producto a temperatura ambiente, favorecemos el sobrecrecimiento microbiano, que no eliminaremos porque es un alimento listo para el consumo y que, por tanto, no vamos a someter a ningún tratamiento térmico.
¡Siempre hay que lavar las frutas y verduras!
En su libro, Robles es bastante rotunda al afirmar que “todas las frutas y verduras tienen que pasar por el chorro del grifo, las vayas a consumir con piel o peladas” y es que en la piel puede haber microorganismos que arrastramos con el cuchillo al interior al pelarlas. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es lavarlas para acabar con ellos.
En el caso de consumir la fruta con piel, hay que ir un paso más allá y debemos desinfectarlas en agua con lejía o usando un preparado que venden para este fin. Habría que mantenerlas durante cinco minutos en una mezcla de 3 litros de agua con una cucharadita de postre de lejía, siempre fijándose que la lejía utilizada sea “apta para desinfección de agua de bebida” (esto está indicado en la etiqueta).
Después hay que aclarar muy bien la fruta o la verdura con agua, secarla y ya sería apta para el consumo. Esto mismo habría que hacerlo también con las hierbas aromáticas y los brotes.
Solo podemos hablar de una excepción: las ensaladas de bolsa que indican que ya están lavadas o que son “listas para consumir”. En ese caso podemos saltarnos el paso del lavado en casa, ya que si lo hiciésemos podríamos contaminarlas con los microorganismos que tengamos en nuestras manos o que estén presentes en la superficie de trabajo.
Por lo tanto, podemos concluir que en lo referente a la fruta que ya se vende cortada, si no está refrigerada, habría que evitar comprarla para evitarnos un disgusto en forma de intoxicación alimentaria. Lo mejor siempre va a ser elegir la pieza entera y luego lavar bien la superficie bajo el grifo para evitar que los patógenos puedan contaminar su interior cuando la cortemos.