Los diferentes tabúes alimenticios presentes en distintas culturas alrededor del mundo han llamado la atención de muchas personas. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la carne de caballo no es muy popular y en los países nórdicos, los calamares en su tinta no son muy apreciados. También es bien sabido que en algunos países asiáticos, como China y Corea, la carne de perro es consumida y considerada una delicadeza, mientras que en muchas culturas judías, la carne de cerdo es completamente prohibida.

La pregunta que surge es: ¿de dónde vienen estos tabúes alimenticios? La respuesta es compleja y varía dependiendo de la cultura en cuestión. En algunos casos, el tabú alimenticio se relaciona con cuestiones religiosas, como en el caso de los judíos y el cerdo, que se basa en la prohibición establecida en la Torá. En otros casos, los tabúes se relacionan con cuestiones de salud o higiene.
También los tabúes alimenticios pueden estar relacionados con la percepción cultural de un animal en particular. Por ejemplo, en algunos países nórdicos, los calamares en su tinta no son apreciados debido a su textura y sabor fuerte, mientras que en otros países, como España, son considerados un manjar.
Según explica Miguel Ángel Sabadell en Muy Interesante, a pesar de que en Occidente se considera repugnante comer carne de perro debido a que son mascotas y prestan servicios de gran valor, en otras culturas como la china o polinesia, donde las fuentes de alimento animal no son muy variadas, la carne de perro es un plato exquisito.
Relata que en la polinesia, los perros alimentados con verduras eran considerados una delicatessen y en China, un restaurante empleaba hasta 30 perros diarios para elaborar sus platos.
Asegura que la aversión a comer perros no es universal y que depende de factores culturales, geográficos y religiosos. Por ejemplo, explica que el antropólogo Marvin Harris argumenta que en Occidente la carne de perro no es popular porque los carnívoros son una fuente de carne ineficaz, mientras que los occidentales tienen una variedad de fuentes alternativas de alimentos de origen animal.
Otro ejemplo que cita es que en la polinesia, los perros eran sacrificados y cocinados de manera similar al cerdo en los pueblos occidentales. Sólo los sacerdotes y nobles podían comer carne de perro, mientras que en China, se considera un plato exquisito.

Según explica el experto, en el caso de los judíos, la prohibición de consumir cerdo es una ley divina que ha sido interpretada de diversas maneras por los rabinos a lo largo de los años. En su reflexión habla sobre cómo algunos argumentan que se trata de una medida ética que busca evitar la violencia, mientras que otros sostienen que la carne de cerdo es sucia y puede contaminar el alma. Y también sobre que hay quienes creen que la prohibición se debe a razones de salud pública, como la prevención de la triquinosis.
Por otro lado, considera relevante que Marvin Harris, un antropólogo reconocido, propone una hipótesis diferente. Según él, la prohibición de consumir cerdo en la cultura judía y musulmana se originó en la vida en el desierto, donde la escasez de alimentos no permitía mantener animales que comieran lo mismo que los humanos. En esta situación, era más práctico alimentar a las cabras y ovejas con las pocas plantas que se podían encontrar, en lugar de alimentar a los cerdos con la misma comida que los humanos necesitaban para sobrevivir. Esta hipótesis también podría explicar por qué otros alimentos prohibidos, como los mariscos, se deben a que son difíciles de conseguir en el desierto.
Y termina su exploración recordando al psicólogo Steven Pinker, según quien los tabúes alimentarios tienen una función importante como marcadores étnicos. Si una persona no puede comer ciertos alimentos con alguien, se puede percibir como un indicador de que no pueden ser amigos. Además, cuando se elimina un alimento de la dieta, este puede llegar a ser considerado repugnante, lo que ayuda al grupo a protegerse de posibles desertores. Pinker sostiene que convertir la ausencia de un alimento en aversión es una estrategia para disuadir a alguien de intimar con el enemigo, ya que si los hábitos alimentarios son muy diferentes, se puede pensar que son "asquerosos". De hecho, Pinker sugiere que la trágica historia de Romeo y Julieta podría haber sido muy diferente si las familias Montesco y Capuleto tuvieran hábitos alimentarios muy diferentes.
Es importante respetar y comprender estas diferencias culturales y religiosas en el mundo cada vez más diverso en el que vivimos.