Estar en forma y ser una persona activa es invertir en la salud del corazón. La relación entre el ejercicio físico regular y la salud cardiovascular van de la mano en armonía: cada paso que das, cada minuto que te ejercitas, contribuye a la buena salud de tu órgano y a su óptimo funcionamiento.
Junto a la actividad física regular, una dieta equilibrada y la gestión efectiva del estrés son factores interconectados que respaldan la salud cardiovascular a medida que avanzamos en la edad y contribuye a un envejecimiento saludable y activo.
Rutina saludable para cuidar el corazón
La constancia y la moderación en la actividad física son pilares esenciales para el mantenimiento de la salud cardiovascular. En este sentido, establecer una rutina de ejercicio alcanzable y sostenible es más beneficioso a largo plazo que períodos esporádicos de actividad extenuante.
La regularidad en la actividad física, incluso en dosis moderadas, ofrece beneficios continuos para la salud del corazón.

Si creas una rutina de ejercicio adaptada a tus capacidades, conseguirás la adherencia a largo plazo. La constancia en estas rutinas contribuye a mejorar la resistencia cardiovascular, fortalecer el corazón y mantener una presión arterial saludable.
Por su parte, la moderación, evitando esfuerzos extremos, minimiza el riesgo de lesiones y garantiza un enfoque sostenible en el tiempo.
Dieta equilibrada para el corazón
Una dieta equilibrada juega un papel básico en el mantenimiento de la salud cardiovascular. Priorizar frutas y verduras, fuentes de granos enteros, proteínas magras y grasas saludables es fundamental.
También lo es reducir la ingesta de sodio y grasas saturadas, pues ayuda a controlar la presión arterial y los niveles de colesterol, factores cruciales para la salud cardiovascular. Además, no hay que olvidar la necesidad de mantener una hidratación adecuada.
El estrés es perjudicial para la salud
Aunque la combinación de actividad física y dieta equilibrada es imprescindible para la buena salud de tu corazón, no es menos importante el buen manejo del estrés. De hecho, el estrés crónico puede contribuir a la hipertensión y otros problemas cardiovasculares.
Por ello, es recomendable procurar ser consciente de qué provoca estrés y adoptar estrategias efectivas para abordarlo, por ejemplo, incorporando técnicas como la meditación, la respiración profunda o actividades relajantes, que ayudan a reducir la respuesta del cuerpo al estrés.