Empecemos con un notición: los alimentos se consiguen en la naturaleza. ¿Sorprendidos? Aunque también es cierto que algunos están más cerca de ella que otros. Cuanto más cerca estén, es decir, cuanto menos procesados, mejor calidad nutricional podremos encontrar en ellos.

Eso sí, las prácticas que realizamos los seres humanos influyen en el medio ambiente y, por tanto, todo lo que dejemos allí, volverá a nosotros. Por eso es tan importante la relación que existe entre la alimentación y la sostenibilidad.
Sería mentir si digo que los alimentos están 100% libres de cualquier contaminante, sí, incluso el que se cultiva en el campito al lado de tu casa. Para suerte (y salud de todos) los contaminantes que pueden suponer un riesgo en nuestra salud, están muy controlados y analizados.
Uno de ellos que tenemos casi asumido, es que la carne tiene antibióticos y hormonas.
Sí es cierto que a los animales se les suministran antibióticos, sería una crueldad ver a un animal enfermo y no tratarle. También es cierto que durante años se han utilizado para prevenir en vez exclusivamente para tratar, es decir, como si le diéramos antibióticos a un niño porque en la guardería se va a juntar con otros niños pensando que así evitaremos que se contagie. Eso ha provocado que las bacterias generen resistencias tanto en humanos como en animales. Por suerte, hace ya algunos años que se ha creado un plan para el uso racional de antibióticos y el uso ha disminuido drásticamente.
Que se usen antibióticos no significa que lleguen a nuestro plato. Existe un periodo entre la administración del antibiótico y el sacrificio del animal que está regulado, no sólo con el antibiótico sino con todos los medicamentos. Con esto conseguimos que se metabolice y no se superen los límites legales de residuos. Si no… los alérgicos a penicilinas, por ejemplo, ¡no podrían comer carne!
Lo mismo ocurre con las hormonas, están prohibidas para el engorde desde hace muchos años.
El agua que puede soltar un filete en la sartén es debido a que las células tienen agua, la carne está muy fría y cuando lo añadimos a la sartén caliente, el agua sale. Prueba a darle 30 segundos en el microondas, ya verás como no sale tanto.
A veces nos preocupamos por “tóxicos” sin necesidad. También nos pasa con los fitosanitarios, los mal llamados “pesticidas” en frutas y verduras. Ocurre lo mismo, están muy controlados y analizados (aunque eso no quita para que haya que lavar la fruta).

Spoiler: en la fruta y verdura ECO también se utilizan fitosanitarios y tampoco están en ellas. Ya lo contaremos más despacio.
Eso sí, a veces nos olvidamos de otro tipo de tóxicos que están en los alimentos con no poca responsabilidad del hombre.
Hablamos del mercurio en el pescado, por ejemplo. En realidad, la forma más tóxica es el metilmercurio porque se va acumulando en la grasa de los animales. Como el pez grande se come al pez pequeño, el grande incorpora el metilmercurio que tenía el pequeño. Por eso las restricciones de consumo siempre son en peces grandes como el atún o pez espada.
¿Y las latas de atún?
En el caso de los enlatados no ocurre lo mismo, las piezas que se usan son más pequeñas y el problema es menor.
Las recomendaciones son evitar estos peces grandes en mujeres embarazadas y niños de hasta tres años, no obstante, las cantidades de mercurio están legisladas y no se debería poner a la venta atún que las supere, y esas pequeñísimas cantidades sí son seguras.

Estoy convencida de que las recomendaciones de no chupar las cabezas de las gambas que se repiten cada año, no os han pasado inadvertidas. La culpa la tiene el cadmio. Es un metal pesado que se encuentra en el ambiente, suelo, agua…
La mayor fuente de exposición humana al cadmio es la alimentación, de ahí que sea considerado un riesgo alimentario. El cadmio se consume en muchos alimentos, en más cantidad en riñones, pero también en algunos pescados, cangrejos, moluscos bivalvos, salvado, algunas hortalizas...
En productos de origen vegetal, los mayores niveles se encuentran en algas, cacao, setas silvestres y semillas oleaginosas Para mantener los niveles de cadmio en los alimentos dentro de unos niveles aceptables para el consumidor, teniendo en cuenta su presencia inevitable en el medio ambiente, se establecen los contenidos máximos admitidos que se deben garantizar.
Como ya consumimos muchos alimentos con cadmio y en las cabezas de las gambas y la carne marrón del cangrejo tienen entre 4 y 30 veces más que lo estipulado, se recomienda no consumir. Al hacer un caldo, la cantidad se va a repartir entre varios así que el riesgo disminuye.
¿Por qué no nos gusta que nos digan esto y decidimos asumir este riesgo -algo que es perfectamente válido- pero luego magnificamos otros riesgos que realmente están controlados?
Esa respuesta nos la tendremos que dar a nosotros mismos…
No lo olvidemos: frente al miedo, conocimiento.